Jamás votaría por usted

Por en mayo 21, 2018

Columna de opinión por: Adriana Collazos, Esq.

Como es mandatorio por esta época se debe escribir algo sobre los candidatos a la Presidencia de la Republica de Colombia, para no parecer tan inertes y desinteresados frente a las realidades económicas y sociales que vive el país todos los días.

Aquí, en Colombia, el país del sagrado corazón de Jesús, en las elecciones presidenciales, al igual que en todas las demás elecciones, somos la minoría quienes elegimos. La verdad, es que en Colombia hay más de 48 millones de personas, de las cuales aproximadamente 36 millones están habilitadas para votar, sin embargo, al 2017, respecto a las cédulas inscritas para ello, tan solo hubo 0,62 cédulas por cada 1000 habitantes[1] y de esos, únicamente, la mitad vota. Lo anterior nos refleja una realidad inconcebible: que la democracia de unos pocos, jamás será una verdadera democracia.

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Sin embargo, algunos de esos votantes van convencidos de su causa y corren erguidos y elegantes por las ciudades con camisetas de sus candidatos y enmarcados en lo que ellos conocen como democracia verdadera y, no los culpo, soy una de ellos. Otros, más humildes, pero igualmente estoicos, van a vender su voto por cualquier $50.000 o tres tamales, media lechona, o un trabajo para alguien a quien quieren mucho. Y ¿quién podría reprochar esto, cuando no hay nadie que les garantice cómo les darán de comer a sus familias? También están los que nunca vemos, que bajo un fusil pusilánime han estado todas sus vidas y con el temor a ser agredidos o agredir, van cohesionados al ejercicio de su derecho fundamental de votar. Pero la peor de las fuerzas electorales, y no hablo de nada conspirador, es la de no creer y, por ende, la indiferencia.

Esa que abunda en todos los rincones de Colombia y contra la que hay que luchar.  La indiferencia que se apodera de todos nosotros después de ver cómo los gobernantes que elegimos se roban la plata de los impuestos, las regalías, “la paz”, las vías, y de todo lo que podría disminuir las brechas entre las distintas clases sociales que hay en Colombia. Aquí, cada vez hay más miseria. Esa fuerza de la indiferencia, que se apodera de todos nosotros cuando vemos los abismos enormes que siguen creciendo entre los nuevos “ricos” -pobres de corazón-, los cuatro ricos de siempre, los pobres y los que algún día, incapaces de robar, pasamos a ser la clase trabajadora de este país. Esa indiferencia que nos ahoga y nos consume.

Además de la indiferencia presente en casi todos los votantes y los no votantes, la mayoría de candidatos no presenta propuestas innovadoras. Hoy, tenemos candidatos iguales a los que tuvimos en las pasadas elecciones, e idénticos a los que hemos tenido durante más de 20 años. Hay dos que representan el centro de Colombia, Bogotá y sus alrededores, y la política tradicional de, “tú me haces este favor y yo te hago este otro cuando sea presidente”, olvidando por completo a la periferia. El candidato de izquierda radical que trata de manipular a la población con un discurso trillado y copiado de algún viejo discurso de Gaitán, lleno de palabras “clave”, tales como, colonialista, oligarquía, plaza pública y terrateniente. Y el de la izquierda-media que, por haber sido profesor, se piensa que es un intelectual brillante que puede dirigir a un país, pero que en sus discursos sonsos deja mucho que desear. También hay otro, a quien le llaman “el de Uribe”, pero más respetuosamente hablando, es el candidato del Centro Democrático, partido que fundó el presidente Álvaro Uribe Vélez y que incita tantos odios, pero también, tantos amores verdaderos.

Hablaremos de todos, pero mi voto esta echado. Me di la bendición hace tiempo y supe por iluminación divina del espíritu santo, que debía votar por él. Por ahora, tan solo les diría a los candidatos De la Calle, Petro, Fajardo y Vargas Lleras, que yo no votaría jamás por ellos.

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A de la Calle, le diría que no votaría jamás por un candidato que colaboró con el proceso de paz y todas sus triquiñuelas. Y cuando hablo de triquiñuelas me refiero al cambio del plebiscito y su umbral, las modificaciones clandestinas de la Constitución Nacional, la JEP y su esquema burocrático, los premios entregados a delincuentes por asesinar, secuestrar y violar, olvidando a los colombianos de bien, la falta de pantalones del gobierno nacional durante el proceso de paz y otras cuantas de más.

A Gustavo Petro le diría que no votaría nunca por una persona que promete de manera irresponsable tantos beneficios para la población, pues al igual que con Bogotá, le falta equipo y plata para poder creerle. A Fajardo le diría que debería tener entre sus puntos de política a la justicia, y no ser tan agua tibia como lo ha sido hasta la fecha.  A Vargas Lleras le diría que no votaría jamás por un candidato que le pegó a su escolta públicamente, atropelló a una anciana que le colaboraba con su campaña y usó a mujeres en tanga para repartir propaganda política degradando al sexo femenino en sus campañas publicitarias.

En cambio, al “de Uribe”, como despectivamente lo llaman, le confiaría las llaves de mi país, porque sé que es un hombre trabajador, y que de la mano de Doña Marta Lucía, va a trabajar por una Colombia mejor. De Iván Duque espero que sea digno de alabanzas porque mantiene la fe que ha jurado de forma íntegra.

A ese “desconocido” de la política e “inexperto de la vida”, a la “virgen” incorrupta de toda la politiquería colombiana, a quien tuve el honor de ver trabajando sin descanso por Colombia en los últimos cuatro años, cuando entre pasillos desolados y oficinas cerradas, paseaba buscando a cualquier otro ser viviente, le digo firmemente que votaré por usted y no por los otros.  Votaré por Iván Duque porque tiene propuestas sobre las cosas que son relevantes para Colombia, votaré por él, porque no representa la mermelada ni la corrupción típica de las clases políticas colombianas y, lo haré, porque no necesitó mancharse de sangre tomando las armas para asesinar sin piedad en sus 40 años de vida.

Iván Duque es mi candidato a la Presidencia de la República, porque es un hombre pensante y autónomo, trabajador incansable, estudiado y capaz de entender la complejidad de un país como Colombia, que con sus vientos y variaciones, exige como los virtuosos, el actuar de un ser calmado y bondadoso, que piensa también en la periferia y no deja de lado a sus vecinos; que se acuerda de los criminales, sin olvidar a los hombres de bien que han de forjar el futuro de este país; y que sabe que las inversiones extranjeras deben existir en Colombia, recordando siempre cuál es el país al cual representa.

En Colombia… también votamos por fe.


[1] MOE, DANE y Registraduría Nacional del Estado Civil.

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