¿Para dónde va el Cauca?

Por en marzo 25, 2021

Por Aura Isabel Olano

A pesar de la problemática que enfrentan distintos departamentos del país, ninguno padece la situación que vive el Cauca desde hace décadas y que es insostenible.

Esta rica región, dotada por la naturaleza de innumerables maravillas, desde la década de los 50 del siglo pasado dejó de ser la despensa del occidente del país para convertir sus fértiles suelos en meros rastrojos, por la avaricia de líderes indígenas de apropiarse de manera violenta de lo que no les pertenece, con el argumento de su supuesta “recuperación” de tierras para su “cosmovisión”, negándole a la gente laboriosa el derecho al trabajo, al progreso de sus familias, a la contribución económica a su Departamento, a la tranquilidad de la que gozaba, porque unos pocos se convirtieron en azote de la región, sin que la gente afectada haya podido siquiera elevar su justa queja ante la justicia competente, la cual, ante esos atropellos, ha sido muda y ciega, por lo que las felonías hicieron carrera en este endeble Departamento con pusilánimes líderes politiqueros, a quienes solo les interesan las próximas elecciones, para ello han dejado sucesores.

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Nadie está negando que los grupos indígenas tengan derecho a reivindicaciones, a que el Estado atienda sus peticiones y las cumpla, pero no pueden lograr sus objetivos a través de la violencia, de la intimidación, del sometimiento a los demás ciudadanos, a la ruina de un Departamento, al atropello de su legado histórico, a sus tradiciones, como tampoco se tendría que hacer en contra de la cultura indígena.

Con cada gobierno que se instala en la Casa de Nariño, comienzan las exigencias, pues saben que son funcionarios nuevos que ignoran lo que sus antecesores han firmado bajo la presión de los innumerables bloqueos de la Panamericana, porque no tienen la responsabilidad de corroborar qué se les ha cumplido y qué no, entonces la lista de peticiones se hace interminable y lo será por los siglos de los siglos.

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Más allá del manido discurso del líder Misak, que comandó hoy en la mañana la toma a la histórica hacienda de Calibío, de propiedad privada, no se sabe cuáles son las oscuras intenciones de estos señores guambianos, los mismos que derribaron la estatua de Sebastián de Belalcázar, fundador de Popayán, hecho, por el que incluso, salieron favorecidos con generoso cheque que les entregó en una de las famosas mesas de trabajo o de diálogo, el viceministro del Interior, Carlos Baena, dinero que no se hizo público, como debió ser, por eso el funcionario debe una explicación, pues se trata de recursos públicos, provenientes de los impuestos de todos los colombianos, por lo tanto esa conducta ligera y genuflexa debe ser investigada por los entes de control.      

El Cauca necesita posiciones claras, sin ambages, sin medias tintas, sin rodeos por parte del gobernador Elías Larrahondo y del alcalde de Popayán, Juan Carlos López Castrillón, porque lo ocurrido hoy es muy grave, significa que irán por las demás haciendas de Popayán, de propiedad privada, cuyos dueños han hecho enormes sacrificios económicos para mantenerlas en pie y contribuir al desarrollo del turismo del Departamento, generador de empleo, que tanto necesita la ciudad, pero que a los líderes indígenas poco les importa.

Señores gobernador y alcalde, nuevas mesas de diálogo, como las que están exigiendo, cuando se sabe que existe una mesa de trabajo entre el Gobierno Nacional y el pueblo Misak, en la que también participa la Administración Municipal, solo generan más y más compromisos que los propios indígenas saben que son difíciles de cumplir, máxime en momentos en que el presupuesto nacional es escaso, debido a la pandemia, pero para ellos, es una excusa para continuar con su avasallamiento, del que tanto critican a los otrora “criollos”.   

Lo que deben hacer las comunidades indígenas es remar para el mismo lado con los demás caucanos que quieren sacar adelante este sufrido Departamento, atacado por los narcotraficantes y sus socios guerrilleros, que han contaminado sus aguas con la producción de sustancias que envenenan a millones de personas en el mundo y ahora, a través del microtráfico, a nuestros propios jóvenes. 

Del Cauca y su riqueza se han venido aprovechando, con el agravante de que unos pocos creen que todo les pertenece, como si este Departamento no estuviera tachonado de mil colores. Eso es parte del mito y del tabú que es necesario develar, porque el Cauca no se puede seguir parcelando, instigado por trasnochados ideólogos que se han lucrado durante décadas utilizando a comunidades que permanecen subyugadas. Dividir para reinar.     

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