La patria boba / divide y reinarás

Por en agosto 19, 2018

Columna de opinión por: Juan Carlos López Castrillón

En el primer acto como “independientes” – sucedido con la proclama del 20 de julio de 1810 – se dijo que reconoceríamos al rey de España, Fernando VII «siempre y cuando viniera a reinar entre nosotros». Era una buena disculpa con la que se daba inicio a las Provincias Unidas de La Nueva Granada, el primer nombre de lo que hoy es Colombia.

A los pocos meses vino la constitución de 1811, que instauró un gobierno federal, al frente del cual estuvo Jorge Tadeo Lozano, a quién de inmediato lo inauguraron con la primera oposición de nuestra historia, la de Antonio Nariño (nada más y nada menos); y dada su estatura política a los pocos meses lo tumbó.

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En 1812 llegó la segunda constitución y fue nombrado presidente el payanés Camilo Torres, quién también tuvo la oposición de Nariño, de corte centralista, frente a Torres, que se inclinaba por el federalismo americano.

Como era de esperarse, terminamos en una guerra interna. Mientras tanto en España preparaban el más grande ejército de ultramar que hubiesen armado para retomar las Américas.

El fracaso de ese periodo de nuestra historia (1810-1816) estaba más que cantado. Los españoles empoderaron al pacificador Pablo Morillo al mando de diez mil soldados, y este pudo someter a la Nueva Granada, dividida y desgastada por la lucha intestina de dos bandos que se mataban entre sí, olvidándose del enemigo principal.
Así fue, ni siquiera hubo que dividir para reinar. Nacimos divididos.

Las consecuencias: Nariño cae preso en Pasto y es enviado a purgar prisión a Cádiz y Camilo Torres es fusilado. Los dos protagonistas de la fractura institucional de nuestro origen terminan en la desgracia y arrastran a centenares de jóvenes dirigentes que habían impulsado la causa revolucionaria, como el sabio Caldas, Villavicencio, Lozano, Cabal, Liborio Mejía, etc.

A este panorama se suma la derrota de Bolívar en Venezuela (1814), en donde incursionó con tropas y recursos colombianos. Todo fue propicio para la contrarrevolución y la independencia se aplazó hasta 1819, con un alto costo de vidas, recursos y tiempo.

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Si en ese periodo hubiésemos concentrado nuestros esfuerzos en prepararnos para lo previsible, no habríamos vivido el Régimen del Terror de Morillo y se habrían salvado los más brillantes dirigentes de esa generación, que fue degollada, ahorcada, fusilada y descuartizada, como Torres.

De hecho, esa, nuestra primera gran división, alimentó la decisión del cambio de ruta de La Gran Expedición Militar, que no venía para Colombia, iba para Argentina, por donde empezaría la reconquista, pero la información que navegaba hasta Cádiz, contando de la debilidad de la incipiente república determinó empezar por el norte de Suramérica y no por el río de La Plata.

Esa guerra estaba perdida antes de empezar, y con lujo de título pasó a ser la época de La Patria Boba de nuestra historia.

Lo grave es que ese triste periodo reaparece de vez en cuando, ya no en escenarios tan cruentos, pero sí determinantes, que han afectado nuestras posibilidades de superar más temprano la pobreza, el subdesarrollo y el atraso.

Rara vez analizamos las derrotas, pero es importante repasarlas, con pedagogía critica, para que no se repitan, por eso hay que recuperar y fortalecer la enseñanza y el debate de nuestra historia, hoy relegada a ser una materia de segundo cajón.

En 1816 aplazamos la libertad como consecuencia de una división sangrienta originada desde 1810; hoy estamos más que divididos, vivimos una polarización que como bien me lo dijo un analista esta semana, empieza a transformarse en fragmentación y se propaga a las regiones rápidamente.

¡Ojo! Esas dinámicas toman velocidad propia y luego son imparables.
Lo triste es que en muchos casos son alimentadas por egos y no por ideologías y aunque no tenemos una fuerza extranjera ad portas de invadirnos, sí afrontamos un momento de quiebre en nuestra historia, la cual puede acelerar o postergar de nuevo la construcción de una sociedad mejor.

Ese es el principal reto del nuevo gobierno.

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