Rebelde

Por en diciembre 17, 2018

Opinión por: Juan Francisco Muñoz

Una constante tensión entre la voluntad de los individuos y las costumbres de las sociedades, esa ha sido la historia de este peculiar experimento natural, con tal vez doscientos mil años de edad, que llamamos, humanidad.

Las instituciones sociales, contrario a lo que es fácil de imaginar, no han sido estáticas, han cambiado constantemente, a través de milenios y de siglos. Quienes abogan por conservar las tradiciones, tal vez ni siquiera sean conscientes de que estas nunca han tenido dolientes en el transcurrir de las épocas. Hace apenas dos siglos, el divertimento de la Europa ilustrada era la quema de gatos en público; hace menos de un siglo, en Colombia se justificaba que un hombre asesinara a su esposa por ira e intenso dolor; hasta hace apenas unas décadas, las personas tenían miedo de hablar de anticonceptivos, por el poder censurador y omnipresente de la Iglesia.

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El presentismo, creer que los tiempos pasados y futuros han sido y serán como lo que conocemos en el presente, es ese constante lugar ilusorio desde el cual funcionan nuestras mentes. El presentismo podría explicar por qué el término “rebelde”, acompañado de términos como “revolución”, “progresismo”, “libertades”, entre otros, suelen ser términos incomprendidos, casi que ridiculizados. De hecho, muchas personas en nuestra sociedad contemporánea, no parecen conscientes de que todas las instituciones sociales que tenemos en estos tiempos, son el resultado de luchas de gente rebelde del pasado. Por ejemplo, nuestra idea de democracia, de poder elegir a quienes nos gobiernan, surgió de las rebeldías de la revolución francesa. Y tales rebeldías no son diferentes a los ímpetus de estudiantes que marchan por sus derechos; otro ejemplo, está en las rebeldías de obreros ingleses de finales del siglo XIX, que dieron sus vidas por obtener derechos laborales inexistentes en todo el mundo hasta entonces. Una lucha seguida, a principios de siglo veinte, por mujeres que tuvieron la virtud suficiente para entender que tenían derecho a votar. Muchos ahora son inconscientes de estos hechos, pero estas mujeres eran ridiculizadas y señaladas de irracionales e inflexibles, por sus propios esposos y familiares.

Ridiculizar la rebeldía, es una inmensa ignorancia sobre la historia de la humanidad. Incluso, los más profundos literatos nos recordarán que rebeldes fueron desde hace miles de años, grandes escritores, como Sófocles, cuando le dio a Antígona, su heroína, la voz para oponerse a todos esos gobernantes que usan la corrupción como forma de hacer Estado, pero disfrazan su autoritarismo de una supuesta rectitud, de una falsa decencia. También, es imposible olvidar a quienes de hecho han representado la virtud en vida desde siempre, al mismo Sócrates, quien prefirió la condena de muerte impartida por el Estado, antes que rectificar su libre pensamiento.

En lo personal, nunca he sido partidario de la rebeldía irracional y fanática, que es un riesgo que corre todo aquel que disiente. Caer en moralizar los temas políticos y sociales, es frecuente, y es propio de los tiempos más convulsionados de desigualdad y de guerra. No obstante, considero que los rebeldes de estos tiempos, los jóvenes que nos demostraron con su protesta que la educación merece más presupuesto, son protestantes que no comen cuento de corrientes políticas retardatarias y abusivas del poder del establecimiento. Ahora, sus tías, sus padres, sus abuelos, pueden verlos incluso como fanáticos, pero los ven así solo por su desenfoque. Colombia es un país de varias generaciones que se han habituado a la violencia, y por eso prefirieron decir No a la paz; generaciones que racionalizan la corrupción del Estado, y por eso simpatizan con el poder corruptor, que ahora se hace de la vista gorda con casos como el del Fiscal Néstor Humberto Martínez; generaciones que creen que estar unidos es convivir en medio de la negación, la ignorancia y la falta de compromiso con las virtudes reales que debe tener una ciudadanía.

Por esto, quiero finalizar dando todo mi apoyo al payanés Esteban Mosquera, quien hizo un inmenso sacrificio personal al luchar por los derechos de los estudiantes universitarios. Contrario a lo que dicen algunos, las protestas estudiantiles que vimos, en general fueron pacíficas. Protestas diferentes a las de radicales del pasado, que hacían confundir a tantos, que siempre creyeron que la protesta social era sinónimo de guerrillas y de violentos. Pero, los abusos de poder de este establecimiento, continúan. Y es por ello, que los rebeldes, de ayer, de hoy, y de siempre, hacen sacrificios. No porque sean fanáticos, o estén desenfocados en sus miras de las cosas, sino precisamente, porque tienen la virtud y la intuición suficientes, para comprender lo que está pasando.  La lucha de Esteban Mosquera, y de todos los estudiantes, contrario al parecer de quienes los juzgan e incluso los ridiculizan, sí llevó a un cambio. De hecho, demostró más decisión y voluntad que el mismo gobierno. Fue un ejemplo, como pocos, de democracia.

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