Muchachos, cuídense mucho

Por en agosto 26, 2020

Por Alberto Muñoz Olano

Ese fue el mensaje de un conocido al que le habían informado por medio de una prueba rápida, que tenía el Covid-19, muy de moda por este año.

“Ustedes no saben lo duro que es esto”, comentaba él por medio del chat “amigos de la bicicleta”, mientras sufría de periodos de tos entre 20 minutos y media hora, “me cuesta trabajo ponerme en pie hasta para ir al baño”.

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Su relato fue muy sincero y esto nos comentó: “Siempre me cuidé usando el tapabocas, lavándome las manos y usando alcohol como lo indican los medios de información; siempre los usé cuando trabajaba, hacia mercado y los mandados que a todos nos toca a diario. Respeté las recomendaciones, salía a andar en bicicleta a las horas permitidas como parte de la rutina diaria por salud y recreación.

No sé en qué punto me contagié o quién portaba el virus, sospecho que era alguien asintomático, en algún descuido me pasó el virus.

El mal inició con un resfriado normal y pensé que con antigripales lo superaría, pero al cuarto día llegó una fuerte tos que se intensificó con cada día que pasaba, además mi temperatura era de 39 grados. Lo peor se inició al quinto día, perdí el gusto, el olfato y apetito, como si no fuera suficiente el sexto día comencé con escalofríos y misarticulaciones me dolían como si me hubieran pateado muchas personas al tiempo. 

Menos mal no me dio diarrea, no quiero imaginar la tos y esa descompostura al mismo tiempo.

Entré en crisis respiratoria al octavo día, llamé a urgencias de los Bomberos, que  llegaron de forma inmediata, me atendieron y me sacaron de la casa con todos los protocolos. Ellos vestían como astronautas, me depositaron en una cabina sobre una camilla y me subieron a la ambulancia, igual que en las películas gringas de pandemias. Sabía que mi vida estaba en riesgo,pensé que no regresaría a casa y no volvería a ver a mis hijos, en esos momentos analizaba, que días atrás sentí una fuerte presión en el pecho y depresión, como si estuviera despechado por algún mal amor aventurero.

Al llegar al hospital Universitario San José me recibieron por una puerta especial, no sé por qué lado, aún estaba disminuido y los Bomberos me suministraban oxígeno. Veía que todo pasaba en cámara lenta, aun cuando el personal de salud se mostraba preocupado y gritaba por el pasillo: paciente, paciente, paciente, para que los demás supieran que llegaba un contagiado más. 

Pasaba yo, y de inmediato se disponían a desinfectar pasillo, camilla y cabina. Ahí entendí el peligro de contagiarse, de inmediato entramos a una habitación, me conectaron a varios aparatos y al infaltable oxígeno. Gracias a Dios no me tocó entrar a UCI, los cuidados dequienes me atendieron lo impidieron, me hicieron un examen, un TAC que informaba que mis pulmones funcionaban a un 60% apenas. Sentía que se me escapaba la vida, no imagino el horror para los que entran a UCI.

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Me dejaron desnudo, ni el reloj puesto, ni cadena, todos los aparatos mostraban que mis  signos vitales estaban bajos. Pasé días con suero, inyecciones, acetaminofén y remedios para bajar la fiebre. Me canalizaron y me observaron todo el tiempo.

Mi estrés era alto, la muerte estaba cerca y la tos no se me quitaba. Tan mal me sentía, que esperaba que me durmieran o me intubaran, así no sentiría tanto dolor, pero no hubo necesidad. Cada cierta hora entraba en crisis por la tos, insoportables minutos que parecían horas por el carraspeo, muy duro. Aislado en la habitación del hospital,de lejos me daban ánimos y me tranquilizaban dándome consejos, “respire tranquilo”, decían, porque nadie podía entrar, ni familia, ni amigos. Me sentí olvidado y abandonado. El personal de salud entraba a verme solo en momentos muy críticos o para cumplir con los protocolos de desinfección y llevar alimento. Eso sí, vestidos y forrados completamente, solo los ojitos se les veían, dejaban la comida y salían. Me sentía mal con ellos, portaba un virus mortal y sabía que sus vidas corrían peligro también.

Mientras pasaban los días trataba de no moverme por los dolores de espalda, la caja torácica a punto de colapsar y el estómago convulsionado por la tos, insoportable, ni un minuto dejé de sentir dolor.

Al cuarto día de hospitalizado, siendo el día doce desde que empecé a sentir los síntomas, me quitaron el oxígeno para ver si podía respirar por mis propios medios, al fin sentí alivio por mi mejoría; no se imaginan cuanto lloré, nunca había llorado tanto en mi vida.

El día que me dieron de alta, llamé a el cuerpo de Bomberos de Popayán, ahora los respeto mucho, y nuevamente me llevaron como me trajeron, no me imagino la cara de los vecinos cuando llegué a casanuevamente, tenía miedo, se sabía que aún tenía el virus en mí.

En mi casa al fin, pero vivo solo y tocó cuarentena aislado, en ese momento pensé que era una ventaja, corría el riesgo de contagiar a mis hijos, no vivo con ellos, y era lo único que me tranquilizaba.

El celular se volvió crucial en mi convalecencia, solo recibía llamadas de aliento, nadie podía entrar y menos cuidarme, entendía que pondría en riesgo a todos. Por eso los días de soledad y las noches en vela, eran eternos, la tos no paraba, pero al menos podía respirar. La depresión era muy grande y seguía llorando mucho.

Cuando pedía domicilios dejaba el dinero en la puerta,antes de que llegara. Todo lo desinfectaba para no contagiar a los domiciliarios, la responsabilidad era alta, ni mi hermana ni mis padres podían ir a visitarme.

Todo el tiempo mi mente buscaba la información: quién me habría contagiado, me preguntaba, pero no sabría a quién hacerle el reclamo. Eso sí, se dio aviso a todas las personas que estuvieron cerca de mí, pero no sé quién habrá salido positivo.

A veces pienso que fue en una población al norte del Cauca, cuando fui por cuestiones laborales. Allí sus residentes actúan de manera normal, como si el virus fuera un acontecimiento no relevante en sus vidas, eso no lo detallé, pero mi mente empezaba a recordar y a buscar el posible momento de contagio. También pensaba si fue en el momento en que saludé a unos amigos ciclistas o cuando me visitaron unas amigas. ¿Cuándo sería? Pensaba en los irresponsables que somos en sociedad y de inconscientes que pueden ser los asintomáticos al no cuidarse bien.

En ocasiones sentía que era como tratar de respirar en la cúspide del monte Everest y me preocupaba el futuro de mis hijos sin mí, ahora mi vida laboral pende de un hilo. Mañana en el día 18 me hacen nuevamente la prueba, espero salir negativo y seguir con las recomendaciones del médico, lavarse las manos, alcohol y tapabocas. Cero contactos sociales y cuidarse mucho. Nunca se sabe, esto puede repetirse.

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