El cibermercado político

Por en octubre 28, 2018

Columna de opinión  Por: Juan Carlos López Castrillón

La frase que dice «a todos los negocios les llega su Uber», se aplica también a la actividad política. Sencillamente, ello significa que la innovación y la tecnología son muy importantes al momento de promover un producto y en términos de marketing, un candidato es eso.

Ahora compite con sus antagonistas como si fuera una marca más en un ciber mercado, donde las redes sociales son la estantería que posibilita al cliente (elector) mejorar en la comparación de las opciones entre las cuales puede elegir, sin ningún compromiso, aprovechando el anonimato que le brinda estar al otro lado de la pantalla del celular o del computador.

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Este fenómeno ya está probado y seguirá creciendo, tanto para elegir, como para gobernar y para ejercer el control de los presupuestos públicos. Si bien es cierto que el contacto directo con la gente seguirá siendo el mecanismo ideal para conocer lo que alguien piensa, hay que reconocer la efectividad que tiene un video circulando en la nube.

Un buen ejemplo sucedió en la pasada campaña presidencial, durante la cual Sergio Fajardo no tenía las enormes y entusiastas manifestaciones que presidía Gustavo Petro, y quizá ello indujo a pensar que su mensaje no estaba llegando con la fuerza que demostraban la Colombia Humana y el Centro Democrático en las plazas públicas, amén de lo que decían las encuestas. Por eso fue una sorpresa su votación. Le faltaron trescientos mil megabytes -sí, literal- para pasar a la segunda vuelta.

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Entonces, hay que entender que el proselitismo cambió. Las plazas públicas son ahora los seguidores que tiene una cuenta en Facebook, Twitter e Instagram y los aplausos son los «me gusta», las veces que son «compartidos» los contenidos y la viralización de los mismos.
El poder de los medios de comunicación sigue existiendo, pero las redes personalizan la información, permiten la interacción y dan el seguimiento minuto a minuto de lo que hacen y dicen los protagonistas de una campaña.

Esto viene democratizando el debate político, pues le resta poder a los operadores de las maquinarias electorales, las cuales aunque siguen teniendo un peso específico, cada vez tendrán menor incidencia en las decisiones de la gente, especialmente en lo concerniente al voto urbano, o en mejores términos, del que tiene conexión a internet. En buen momento la capacidad de «endoso» de los votos se está depreciando.
De otro lado, estas nuevas circunstancias podrían llegar a hacer más económicas las campañas.

En general es un nuevo escenario, con mayores oportunidades para los grupos que no detentan los poderes políticos y económicos, aunque hay que tener en cuenta que ese poder de las redes tiene también una cara negativa. Las noticias falsas o «Fake News» son el lado desafortunado de esta nueva realidad.
Existe una tendencia natural de darle credibilidad a una noticia que venga «bien diseñada» en un archivo electrónico. Aunque esas «realidades mentirosas» se pueden desvirtuar, pueden pasar horas o días circulando y causando daños.

Esto abre un nuevo debate, el de la responsabilidad de carácter civil y penal de quienes delinquen a través de las redes sociales, desinformando, calumniando, insultando e injuriando. El tema, además de la sanción que debe imponer la ley, pasa por la inmediatez con la cual deben ser bloqueadas las cuentas de las cuales provienen ese tipo de mensajes.
Esta realidad debe ser entendida por los parlamentarios, el gobierno, la sociedad civil y los partidos que discuten en la presente agenda legislativa un nuevo proyecto de reforma política. La verdad es que los hechos que estoy mencionando en este escrito se están encargando de ir adelante de la realidad y de los legisladores, pero no se puede desaprovechar la oportunidad de abocar la discusión sobre la influencia de la cibernética en la política.

Posdata: Popayán vive esta semana la Agenda cultural del Sabio Caldas y La Feria del Libro, un buen doble ejemplo de lo que mencioné hace ocho días en mi escrito. Esta ciudad debe tener 52 agendas temáticas, una por cada semana del año, de carácter cultural y de eventos.

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