El ángel caído

Por en enero 19, 2021

Por Adriana Collazos

Colombia puede cambiar, y su históricamente quebrantada democracia, también. A efectos de la necesidad de mejorar todas las falencias, Colombia es un país que siempre trata de buscar la solución a sus problemas a pesar de la polarización y la corrupción. Por ende, debemos observar dentro de nosotros mismos, recordar lo más humano que existe, y saber que podemos hacer parte de un futuro mejor para nuestra tierra.

Con tristeza y sin entender muy bien las razones, hemos visto cómo las democracias de los diversos países se han fracturado; y cómo se han amenazado, por ejemplo, las democracias chilena, boliviana, peruana, entre otras, y se ha herido nuevamente la democracia Venezolana. Además, hemos visto el atentado contra el país emblema de libertad, los Estados Unidos de América, la semana pasada. Desconocemos los fundamentos de fondo, pero la gente ha llegado a la angustia colectiva y a la histeria, derivados del miedo que proviene por la pobreza, la pandemia y sus consecuencias sociales.

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Pareciera que después de una batalla en las alturas, un ángel ha caído del cielo.

La Marquetalia, o las disidencias de las FARC, ahora nos parecen dicientes del futuro. No recordamos las violaciones de los niños y niñas, los secuestros, las bombas, las matanzas de más de 50 años, el despojo a la propiedad y los crímenes de narcotráfico. Iván Márquez y Santrich, prófugos de la justicia, son oídos con esmero cuando hablan de política, respaldando las ideas de revocatoria contra el presidente Iván Duque, hablando de su mandato como dictadura. Desconcertante…

Colombianos, deben ponerse la mano en el corazón, preguntarse por el futuro de sus familias, pero no solo el futuro inmediato que pueden pintarlo más verde y soleado que cualquiera, sino por ejemplo, los principios que les enseñaran a sus hijos y a sus nietos y la verdad detrás de la historia. Ir a las escrituras de la Biblia, del Corán, del Torá, de cualquier teoría religiosa que usted abrace, y saber que lo que ofrecen, no es más que una fachada temporal, y arraigarse a los mandamientos del dios de su religión, que con seguridad son contrarios a todos los crímenes de las FARC.  

Con esa idea quiero dejarlos.

Quiero despedirme de ustedes como lectores fidedignos por diversas razones. Una de ellas, es dejar que Colombia tome su rumbo político con el mejor de los deseos para que las tres ramas del poder público se hagan eficaces, los medios de veeduría y control político sean eficientes, y se logre un mejor porvenir para el futuro cercano de nuestro país; y otra, porque quiero dedicarme a diversas labores y asuntos personales. Sin embargo, después de más de dos años de ser columnista en este gran periódico, de haber compartido con ustedes las tardes entre letras, y de saber que cada escritor tiene su lector, solo puedo agradecerles infinitamente y decirles que, quizás, un día de estos, regrese a escribir sobre el papel columnas que acompañen a todos los colombianos. Las puertas no se cierran nunca, se dejan entre abiertas. 

Se les aprecia mucho y nos vemos pronto.       

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