Dueños del feminismo

Por en julio 21, 2020

Por Adriana Collazos, Esq. 

El primer error frente al movimiento feminista, es creer que su única expresión se presenta con manifestaciones en las calles, gritando arengas y destruyendo espacios públicos como mecanismo de presión. El segundo, es catalogarlo como de tendencia izquierdosa, progresista, guerrillera o de extrema derecha. El feminismo no se puede asumir como expresión de un partido político, cualquiera sea, sin importar si las manifestaciones son del agrado del testigo y, si está de acuerdo o no, con lo que piden. Como mujer, no se pueden olvidar las raíces iniciales de este movimiento, cuando sin partido alguno, las mujeres alineaban sus pensamientos hacia un mejor porvenir. 

El feminismo en su naturaleza más profunda y de acuerdo a la RAE, es el principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre, y yo le adicionaría a esa premisa, el principio de la equidad. Entre las conquistas más valiosas del feminismo antiguo están el derecho a la educación, al sufragio, a la propiedad, y otros derechos representativos de valores ciudadanos y democráticos, que hoy todas damos por sentado, pero que costaron años de sacrificio y trabajo.  

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En su gran mayoría, las mujeres de hoy en día son feministas por naturaleza, quieran o no, o están de acuerdo con los preceptos iniciales del feminismo. Algunas se comprometen, van a reuniones y organizan manifestaciones feministas, y otras más reservadas, nos beneficiamos de las grandes conquistas de las feministas de la antigüedad. Todas, conscientes o no, esperamos el derecho a la igualdad o la equidad.  

Cada una de aquellas mujeres ha trabajado duramente en su profesión u oficio, o tiene la libertad de aspirar a una profesión, sea cual sea; o heredó los bienes de sus padres, o se hizo propietaria de algún bien, grande o pequeño, que adquirió por su propia capacidad. Algunas de ellas estudiaron una carrera, sacaron su cédula de ciudadanía, o decidieron para elecciones votar, o dejar de hacerlo. Las mujeres de hoy son empresarias, cantantes, políticas, presidentas de una gran empresa, amas de casa, empleadas del servicio, jueces, taxistas, peluqueras, o cualquier profesión u oficio que se les ocurra. Además, son amas de casa y deben cumplir con las tareas del hogar. 

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Esas mujeres, casadas, solteras y niñas, que todos los días se levantan, hacen el desayuno y salen a trabajar o a estudiar, para regresar en la noche a organizar la ropa de sus hijos, o a descansar, continúan sufriendo de violencia en un mundo machista por el solo hecho de ser mujeres, sufren de violencia sexual, reclutamiento forzoso, maltrato en los trabajos, y la diferenciación en los pagos por labores iguales, entre otros. A las mujeres colombianas aún les falta un gran recorrido para que sus derechos sean reconocidos como “iguales” o “equitativos” frente a los de los hombres.  

Sin embargo, y al igual que muchas mujeres, no estoy de acuerdo con los cambios sugeridos a la jurisprudencia que habla del aborto, ni con el desconocimiento del ser humano desde la gestación, ni con los abortos en casa propuestos para cuarentena, ni con la prostitución como fuente de ingresos, pues implica esclavitud. Además, no me representan aquellas mujeres que salen con sus rostros tapados a tumbar separadores en las calles, dañar estatuas y monumentos con spray, boicotear universidades para exigir los derechos que creen merecer, arrojar piedras a la fuerza pública que las está protegiendo en sus marchas; ni con las mujeres que se muestran desnudas frente a toda la humanidad, sin importar las edades, ni géneros, ni el sentir de la sociedad. Lo anterior, porque creo firmemente que hay formas, más inteligentes, de pedir algo de lo que se carece. 

Aunque la palabra “feminazis” es malintencionada y verdaderamente despectiva para cualquier grupo que exprese su pensamiento libremente, no por eso se deben admitir comportamientos agresivos hacia la comunidad como los que se han llevado a cabo últimamente por el feminismo radical. Sin embargo y gracias a Dios, hay variedad de tendencias del feminismo para escoger la que mejor se ajuste a sus necesidades, entre ellas, el feminismo radical y, si no, el feminismo más tradicional o conservador. 

No se trata de perder los roles de cada quien, y que los hombres entonces olviden la caballerosidad y las mujeres su feminidad; y no se trata tampoco de la superioridad de las mujeres frente a los hombres. Simplemente, se pretende que se reivindiquen los derechos del género femenino con acciones afirmativas para ello, porque por años vivimos bajo la opresión de los hombres; y la solidaridad de género no es un llamado a la rebelión de las mujeres, sino una de las herramientas más importantes que ellas poseen para lograr sus objetivos. 

Somos mujeres merecedoras de todos los derechos que tienen los hombres, y como tal, debemos trabajar para obtenerlos, que algunas sean extremistas y otras recatadas, y que a veces se le dé el nombre de feminismo a la realización de actos grotescos, no quiere decir que las mujeres de bien no puedan volver a usar la palabra “feminismo” como insignia. 

No se debe soltar la bandera del feminismo aunque en nuestro pensamiento parezca de izquierda o de derecha, pues como mujeres debemos recordar que fue por esa bandera que se consiguió la libertad del ser.  

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