Bipolar

Por en agosto 4, 2020

Por: Adriana Collazos, Esq.

Este país es muy difícil. Las noticias cambian todos los días, a veces la gente defiende personas importantes de la política, otras, perdonan crímenes imperdonables, y otras tantas, atacan sin piedad a alguien que no se lo merecía. Algunos días la gente amanece odiando a las feministas radicales, a quienes no se las aguantan ni las mismas feministas tradicionales, y otras, la gran mayoría, mujeres y hombres, deciden atacar a una madre, instrumentalizando a una hija, por una posición política determinada.

Ya no conocen ninguna barrera, ni la de una madre y su inocente hijita.

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Los hombres cómplices de todos los comportamientos agresivos contra las mujeres, callan; las mujeres encubridoras, callan y continúan en su tarea; y el país sigue en esta lucha constante de quienes se creen de izquierda y los que juran estar en la derecha.

Es un país donde, buscando una posición neutral, llaman a un abogado a decir su punto de vista sobre el proceso de Cadena, y él afirma por televisión nacional sin ninguna vergüenza, que Cadena no fue quien decidió hasta dónde llegaba su comportamiento de acuerdo a la ley, sino que cometió una conducta punible por su cliente. Su cliente era el presidente Álvaro Uribe. Es decir, básicamente el abogado dictó sentencia de valor sobre su colega y sobre el expresidente sin mirar ninguna circunstancia. Nuevamente, otro comportamiento que la sociedad admite porque hay una posición política envuelta y es un juicio de valor que consideran justificado. 

Maltratan sin piedad y piensan que tienen el poder de hacerlo. El caso del presidente es muy triste, se basa en una acusación que presentó el mismo acusado contra otro congresista, y en alegatos falsos cuyos únicos testigos son convictos. Se voltearon los papeles, nadie comprende las razones de este juicio, ¿acaso la justicia se politizó?

Colombia es un país delirante, que en este momento no tiene un futuro cierto, de algunos congresistas de la República se conoce que han cometido crímenes sexuales contra menores de edad, han secuestrado y han negociado con cocaína y marihuana, y todo continúa como si nada. La gente muere en las calles, sin un peso, buscando alguna salida, mientras ellos, que abrazan una bandera socialista, son ricos y tienen a sus hijos en otros países.

De otro lado, se abren procesos por meras sospechas, se dictan juicios de valor sobre personas que poco o nada tienen que ver con los hechos; jueces que procesan asuntos tan graves como la reincidencia de Santrich en negociaciones del narcotráfico y lo dejan libre, deciden la suerte del presidente Uribe. Los congresistas de las FARC opinan sobre la inocencia del presidente. 

Desayunamos, almorzamos y comemos lo mismo: política y politiquería. La verdad, la gran mayoría no sabe ni lo que habla. Nadie dice nada y todos tienen un punto de vista radical al respecto. Bien radical. El pueblo parece no entender, Colombia depende de nosotros. 

Existe falta de identidad y egoísmo. La sociedad se ha convertido en una aglomeración de individuos que discuten “qué quieren” o “qué necesitan” y no, “quiénes son”. Regresamos a la misma discusión filosófica de quién soy, qué puedo ofrecer a la sociedad y cómo la sociedad me enriquece.  Creen lo primero que les dicen sin conocer los hechos de la historia, sin entender qué paso, y van adoctrinando así, nuevas generaciones dentro de circunstancias que el mismo país permitió: la desobediencia, el perdón a los crímenes de lesa humanidad, el irrespeto contra los niños y las mujeres en general, la corrupción y la falsa adoración de ídolos de barro, tecnológicos, drogas o dinero.

Todo lo anterior, mientras la sociedad colombiana continúa teniendo altos niveles de desempleo que alcanzan el 19,8% y un dólar a más de 3.700 pesos, la moneda colombiana devaluada, el valor de las cosas igual o más alto, y la incertidumbre laboral de todos los compatriotas.

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Colombianos, se debe regresar a la cordura, porque por muy romántica que parezca la locura, Colombia debe tener un horizonte cierto a donde apuntar, un horizonte que permita idealmente que todos tengan un plato en la mesa, una tarea que realizar, y que alcancen a comprender la buena labor que hacen nuestras empresas, dan trabajo.

Si queremos cambiar el sistema, decidir nuevas leyes y demás, debemos razonar sobre los modelos posibles y también pensar sobre los imposibles. No simplemente escupirlos. Si queremos una mejor sociedad, se deben proteger las mujeres y las niñas, y no maltratarlas como se hace todos los días y, menos, por razones políticas. Recuerden que el maltrato no es solo físico, sino también verbal y psicológico. No debemos ser cómplices de este tipo de comportamientos.     

Si queremos una justicia real, y no la justicia que la izquierda o la derecha necesiten, debemos actuar con justicia cuando lanzamos juicios de valor sobre la inocencia o la culpabilidad de una persona desde un punto de vista político. Ser responsables, ellos también tienen familia y han trabajado por el país ¡por Dios!

No solo eso, sino entender hasta dónde llega el concepto de legalidad sobre nuestros actos y en nuestras vidas. Ser coherente para tener un país coherente. Me entristece mucho ver un país enfermo, un país desbocado hacia la demencia, y sin que se vislumbre ninguna posibilidad de cura.

Respecto a la culpabilidad o la inocencia del presidente Álvaro Uribe, sería inadmisible que un presidente como él, votado dos veces por la gran mayoría de sufragantes, y clave para la elección de dos presidentes siguientes a él en Colombia, terminara mal librado después de un proceso. En su gestión presidencial de 8 años, recuperó el país, reconquistó zonas donde el gobierno no tenía la más mínima injerencia, trabajó por la seguridad nacional, llevando a los cabecillas de las autodefensas a la cárcel y disminuyendo la guerrilla, al dar de baja a varios dirigentes. También trabajó en la confianza inversionista y los niveles de pobreza. Además, en su gestión como senador, ha presentado importantes leyes e iniciativas, como la reducción del salario para los congresistas, y ha liderado varios movimientos, como por ejemplo, el apoyo al NO en el plebiscito. Finalmente, y como fundador del partido Centro Democrático, de su salario, dirigió la entrega de varias ayudas a la gente que no tiene recursos, respiradores, mercados y equipos para controvertir la crisis de salud en los rincones más perdidos del mapa.

Estos hechos, poco o nada tienen que ver con el proceso que se sigue, pero son demostraciones de su personalidad altruista y bondadosa. No imagino a un presidente que piensa tanto en Colombia, pagando testigos falsos.  

Para mí, es inadmisible repito, que un presidente con esas calidades termine cuestionado o, peor aún, condenado debido a un juicio injusto e insoportable. Uno de muchos. De otro lado, ¿cómo una sociedad que juzga tan fuertemente a un expresidente que no ha tenido ninguna conducta punible, premia en el Congreso de la República a violadores, reclutadores de menores, secuestradores, narcotraficantes y a personas que se roban el erario todo el tiempo?

Colombia, tristemente, se ha convertido en un país con tendencias bipolares.

Dios guarde al presidente como insignia de trabajo constante por su patria, a su familia, y a sus seguidores; y les dé luz, y no parcialidad politizada a los jueces que deben decidir sobre el caso.

Solo queda decirles, que Colombia debe actuar coherentemente, ser más sensata, no dejar que la demencia colectiva se apodere de nuestros corazones.  No perdamos la comprensión de la realidad y no permitamos que Colombia se pierda en el tire y afloje de ambos lados. Se debe comenzar a razonar para llegar a algún lado y recuperar la sanidad de nuestra patria, no permitamos que las posiciones políticas opaquen nuestra visión.

A Colombia, tenemos que sacarla adelante. 

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