Una memoria histórica para la paz

Por en abril 6, 2015

Por Gabriel Bustamante Peña

Este 9 de abril conmemoramos el día de la memoria y solidaridad con las víctimas del conflicto armado en Colombia, en medio de la esperanza de poner fin a la guerra y la expectativa de profundizar el proceso de reparación integral, en medio de los grandes cambios institucionales que deberá traer la paz.

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Pero, ¿qué es la memoria y por qué es tan importante para la reparación integral y la reconciliación?
Al respecto vale la pena traer a colación lo que el filósofo italiano Giorgio Agamben descubre al notar que en latín hay dos palabras para referirse a testigo: “Testis”, que es un tercero neutro en un litigio entre dos partes, y “Superstes”, que es quien vive personalmente un episodio y puede dar fiel testimonio de lo ocurrido. De Superstes deriva la palabra sobreviviente, que es una de las formas de llamar a las víctimas, aquellas que no pueden olvidar, que sienten la trágica necesidad de recordar la historia, porque solo al hablar de lo sucedido, pueden canalizar su angustia hacia la comprensión y no caer al abismo sin fondo de un olvido que no llega.

La memoria por esto representa un derecho para las víctimas, derecho que las dignifica y reivindica, y que va más allá de la verdad, hacia la compresión de lo sucedido. Comprensión y verdad que debemos asumir como sociedad para poder ver que las víctimas no lo son de un actor o un hecho violento determinado, sino de la suma de relaciones de poder económicas, políticas o culturales que van más allá del hecho o el actor armado, relaciones que hay que evidenciar para poder avanzar hacia una sociedad más justa y en paz.

Por eso la memoria es un proceso, donde debemos privilegiar la verdad de las víctimas para que luego la sociedad asuma dicha verdad, la asimile y la acepte. Y posteriormente elija qué hacer con dicha verdad, esto es decidir usarla para la comprensión y superación de lo sucedido, parando los ciclos históricos de violencia; o, por el contrario, usar dicha verdad para encender nuevos ciclos de venganza y violencia.

Pero mientras los medios de comunicación den más espacio y visibilicen más a los victimarios que a las víctimas, la memoria histórica va a estar falseada y la verdadera reconciliación banalizada por abrazos vacíos y faranduleros de guerrilleros y paramilitares con sus víctimas.

Mientras escuchemos más la vociferante voz en contra de la paz de quien detentó el poder político y no tuvo escrúpulos para gobernar con los victimarios, y no el clamor nacional de las víctimas por parar la guerra, estaremos condenados a la guerra perpetua y a la barbarie de la violencia.
Columna publicada en la edición impresa de marzo 27 de 2015.

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