El grupo “La Rueda” y la economía naranja

Por en abril 23, 2018

Columna de opinión de:  Juan Carlos López Castrillón

A principios de los años 80 quienes estábamos en la universidad, especialmente en la benemérita universidad pública, vivimos la última oleada contaminante del movimiento estudiantil inspirado en mayo del 68.

Con entusiasmo de causa nos dejamos abrazar de sus principios libertarios, ambientalistas y feministas, lo cual nos motivó a estudiar con pasión sobre las raíces de nuestra historia y la vitalidad de la palabra.

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De un momento a otro y sin mediar protocolo teníamos un espacio en la antigua Casa de la Cultura, donde empezamos a reunirnos un grupo de amigos de Unicauca, para hablar y trabajar en torno a poesía, música, pintura, filosofía, fotografía, cine, teatro, literatura. Nació entonces un grupo al que bautizamos La Rueda. Empezamos a andar.

Una cosa llevó a la otra y terminamos publicando una revista con nuestros poemas y cuentos, algunos su primer libro. Vinieron  los talleres, los recitales, las exposiciones, apareció el cine club y de ahí  pasamos a la radio, donde en la desaparecida Voz de Belalcázar emitíamos los sábados en la mañana un espacio que se llamaba Bitácora.

Descubrimos el vino alrededor de la música de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, la salsa, el son, el bolerazo, lloramos por el asesinato de Lenon, como también lloramos, pero de felicidad, cuando le dieron el Nobel a García Márquez; recuerdo que esa celebración duró una semana y terminó con una peregrinación a Tierradentro.

Éramos un clúster creativo y una temprana expresión de la economía naranja; y aún lo somos.

Esos años conociendo a  Whitman, Neruda, Van Gogh, Becker, Trosky,  Gerardo Molina, Barba Jacob, Estanislao Zuleta, Buñuel, entre muchos otros, dejaron una impronta cultural indeleble en decenas de estudiantes de todas las latitudes, que en muy buena hora nos juntamos para ejercer de irreverentes y creativos.

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Luego, algunos se fueron a la militancia política, otros viajaron, de pronto para siempre, otros se quedaron y un día – como todo en la vida – La Rueda perdió velocidad.

En esa época aprendí mucho, y me quedó claro que el arte es belleza, que la belleza es armonía y que la armonía  es subjetiva. Que el miedo a la muerte es el miedo a desaparecer y que solo  el arte logra atenuarlo porque construye trascendencia.

Hoy vemos que el arte y la cultura son cada vez más importantes desde el punto de vista económico, que ocupan un espacio dentro del Producto Interno Bruto y se enmarcan en la novedosa e infinita denominación internacional de Economía Naranja, de la cual compro la definición que dice que es lo contrario a la manufactura, o sea lo que se inscribe en la «mentefactura».

Es todo lo que nuestra creatividad es capaz de producir y transformar en bienes o servicios, por ejemplo, lo que hacen los artistas, los arquitectos, los diseñadores, los chefs, los músicos, los que inventan un video juego o desarrollan software, etc.

En Colombia se estima que la economía naranja representa el 3% del PIB y que comparada con Estados Unidos (donde es el 11%) tiene un campo grande para crecer, especialmente en regiones con anclaje universitario y cultural. Por ello es tan importante saber leer las oportunidades que esta actividad significa como alternativa limpia para generar riqueza y desarrollo.

En ese orden de ideas la existencia del Ministerio y las secretarías de cultura pueden tener un enfoque más amplio, en el sentido de ir más allá de lo intelectual para posibilitar que tengan también una mayor expresión en la economía. Mejor dicho, que los artistas, los artesanos y los intelectuales puedan vivir dignamente de su trabajo y generen empleo.

Esta es una modalidad de emprendimiento que cada día se fortalece más, pero que necesita apoyo.

Dado que por alguna razón el color naranja se asocia con lo cultural, lo intelectual, lo creativo y la transformación, vale la pena que cuando se cree la Secretaría  de Cultura del Cauca – tal como lo propone el escritor Marco Antonio Valencia – este color esté muy presente, entre otras cosas, porque para muchos, entre ellos Frank Sinatra, es el color de la felicidad.

Post Data: un abrazo grande a todos los amigos que estuvieron en La Rueda, donde quieran que anden. A ellos Gracias Totales.

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