El Cauca, la mayor víctima

Por en agosto 24, 2013

Editorial

Cuando vemos a los voceros de las FARC leyendo comunicados desde La Habana, con cierto aire de suficiencia, como si tuvieran toda la autoridad moral para tratar de imponerle al país un nuevo Estado, bajo el rótulo de “propuestas mínimas”, surgen en la mente de los colombianos y, en particular de los caucanos, las terribles y conmovedoras imágenes de los atentados terroristas contra la población civil. Quizás, a muchos ya se les olvidó cuántos años llevan martirizando al Cauca, pauperizándolo, sacando a punta de cilindros bomba, de extorsión y secuestro a sus humildes habitantes.

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Son décadas de terror, de atraso, de desesperanza. ¿Cuántas veces en los últimos 30 años han destruido poblaciones como Totoró, Jambaló, Corinto, por citar unas pocas? Se tomaron hace décadas el Departamento, como también gran parte del suroccidente colombiano.

Sus feroces acciones han producido el desplazamiento interno de miles de habitantes de cabeceras municipales y zonas rurales, quienes se han refugiado en Santander de Quilichao, y en mayor proporción en Popayán, aumentando de manera grave los problemas sociales, económicos y de convivencia en estas dos principales ciudades.

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Esta tragedia se traduce en frías estadísticas, como las del desempleo. Además, la producción agrícola es casi inexistente y la participación del cauca en el PIB nacional, es muy baja. ¿No le llamará la atención al gobierno nacional, que el Cauca, a partir de la aplicación de la encuesta del DANE, siempre esté en el primero, en el segundo o en el tercer lugar de desempleo en el país?

En los medios de comunicación locales, cada mes se habla del “deshonroso” lugar, cuando esa situación, que es una tragedia, amerita un análisis de fondo para exigir del gobierno Santos, que negocia la paz, acciones concretas que rediman al Departamento, a través de la explotación de sus potencialidades. Pero, mientras en esta olvidada región cada sector, en particular la dirigencia política, tire para su lado, quiera ganar indulgencias con camándula ajena, no congregue, no una y mantenga una miope mentalidad, hacia el Cauca no habrá una mirada distinta a la de un departamento en conflicto.

Con tantos problemas en Popayán y en el resto del Cauca, quienes se creen con derecho de llegar a los cargos de elección popular, muchos a seguir calentando curules, solo están dedicados a la mecánica electorera, a la politiquería, a la zancadilla, a defender o a criticar a las administraciones para captar votos, porque de las dos maneras se logran. La violencia se impuso en el Cauca por falta de dolientes, en cambio tiene innumerables víctimas, y las sigue poniendo mientras se dialoga en La Habana.

¿Quién quiere la paz? Eso es tanto como preguntarle a un sediento que si quiere agua. La respuesta es apenas obvia. No obstante, para que la paz sea posible, los victimarios tienen que pedir perdón, pagar por sus crímenes y reparar a las víctimas. Varios de los más connotados columnistas nacionales, dicen que se le debe apostar a la paz, como sea. Eso mismo dijeron cuando se negociaba en el Caguán, a donde fueron todos en fila, lo mismo que los dirigentes gremiales, empresarios, políticos de todas las tendencias, representantes de organismos internacionales, en fin, todo el mundo.

Cuando fracasaron esas negociaciones, no se hicieron esperar las duras críticas, porque a pesar de haber ido a esa zona, no se percataron de que la guerrilla lo estaba utilizando para fortalecerse militarmente y para llevar a ese territorio, sin Dios ni Ley, a los secuestrados. Todos queremos la paz, ¿pero quién nos garantiza que no nos llevemos otra gran desilusión con el actual proceso, máxime con lo que está exigiendo la guerrilla?

El vicepresidente Angelino Garzón, les dijo a las FARC, que deben pedirles perdón a los familiares de los once diputados secuestrados y asesinados por ese grupo guerrillero, antes de estar pidiendo una Asamblea Nacional Constituyente. Agregaríamos, que el perdón también se lo deben pedir a las víctimas del Cauca y a todo el Departamento, al que llevaron a la miseria y al dolor.

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