El Campanazo junio de 2013

Por en agosto 24, 2013

Por El Sacristán

Gina Parody, llegó con gran apetito burocrático
Nadie imaginó que la nueva directora nacional del SENA, Gina Parody, entrara barriendo, al buen estilo politiquero. Una semana antes de posesionarse del cago, les pidió la renuncia a los directores de área de la entidad, o sea al equipo de dirección, para dar campo a su gente.

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Dada la complejidad del SENA, las consecuencias no se hicieron esperar: paros e inconformidad de funcionarios y aprendices han estado a la orden del día. Hizo lo mismo en las regionales.

El Cauca no fue la excepción. Estando el Director, José María Arboleda Castrillón, en comisión en Guapi, se enteró a través del correo electrónico que la entidad tiene para responder derechos de petición, denominado “servicio al ciudadano”, de la resolución de insubsistencia, con una carta remisoria en la que le decía que quedaba relevado de las funciones y que entregara el cargo a más tardar dentro de los tres días hábiles siguientes, a la persona que el SENA indicara. Como se cumplieron los tres días y no se indicó a nadie, el destituido director envió el acta de entrega por correo certificado.

Arboleda Castrillón, además de haber llegado a ese cargo por concurso, es prepensionable, por lo que no se debía prescindir de sus servicios de esa manera. Seguramente viene una demanda en camino, como las que también instaurarían otros exfuncionarios de todo el país, por recibir el “cuyo” sin justificación. Esa irresponsabilidad la terminará pagando el papá Estado, porque la acción de repetición poco y nada funciona en Colombia.

Es increíble que un alto funcionario y, en especial una dama que pregonaba transparencia en sus actos, actúe de manera tan reprochable, por decir lo menos. Los funcionarios, obviamente, no son dueños de los cargos, pero le prestaron un servicio a la entidad, como es el caso de José María Arboleda, quien fue directivo durante 25 años, de los cuales 11 estuvo como jefe de Planeación y 13 de director regional. Merecía, por lo menos, algo de respeto y consideración.

“Renovación” en la política caucana
El Cauca, a diferencia de otras regiones del país, en lugar de evolucionar, involuciona. Un ejemplo palpable es el anuncio del exgobernador y excongresista, Humberto Peláez, de aspirar nuevamente al Congreso de la República para, según él, “recuperar el liderazgo perdido en el Cauca”.

Para los políticos caucanos y sus más obsecuentes seguidores, el liderazgo político significa hacer clientela y mantenerla. En este caso se trata de recuperarla, pues quien fuera también el secretario ejecutivo del Parlamento Andino, mantuvo durante muchas décadas muy bien aceitada su maquinaria.

Si su “liderazgo” fue tan importante como él cree, otra sería la suerte del Cauca, en especial del norte del Departamento, hoy víctima de toda clase de violencias generadas por el narcotráfico, la minería ilegal, la corrupción y la pobreza. Es decir, que si nuestros políticos, que llevan tantos años detentando el poder, hubieran, en verdad, ejercido un liderazgo, la suerte de esta región del país sería otra. Esa es la renovación política que se da en el Cauca.

La justicia sin majestad
Generaciones pasadas hablaban de la majestad de la justicia. Si esas personas resucitaran, de inmediato volverían decepcionadas a sus sepulcros. Los miembros de los más altos tribunales de justicia en Colombia, no llegan por sus elevadas calidades como juristas dignos y justos, sino a través de componendas politiqueras y pagos de favores.

En cierta ocasión El Sacristán le escuchó decir a un magistrado, que a su elección le había invertido mucho dinero, especialmente en relaciones públicas: almuerzos, comidas, paseos, etc. Pero, no contó que lo más caro, no fue darles costosas comidas y bebidas en lujos restaurantes bogotanos, sino los posteriores compromisos de diferente índole.

Entre la mayoría de los togados la ética dejó de existir, fallaron en su contra, para dar paso a las triquiñuelas y a las indelicadezas, cuando son los llamados a dar ejemplo de transparencia, de idoneidad y de rectitud a toda la sociedad.

El crucero por el Caribe, en el que se embarcaron la presidenta de la Corte Suprema de Justicia y magistrados de tribunales, varios de los cuales están en la lista de aspirantes para vacantes en la Sala Civil de la Corte, puso en evidencia las francachelas, que los medios de comunicación de inmediato comenzaron a investigar, encontrando que con inusitada frecuencia los intocables magistrados, hombres y mujeres, solicitan permisos remunerados, dizque para gestiones personales, abusando de un privilegio que les concede una ley.

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Es deplorable ver que quienes tienen en sus manos la sagrada misión de impartir justicia, estén interesados en disfrutar de la vida y sus placeres, mientras dejan acumular innumerables expedientes, perjudicando la marcha normal de la justicia, en la que se sustenta el estado de derecho en Colombia. La conducta reprochable de un buen número de magistrados de las altas cortes, no es ejemplo para los demás funcionarios de la rama judicial en el país.

Ellos son responsables de la desconfianza en la justicia. Se impone un nuevo método para la escogencia de magistrados, jueces y fiscales, para recuperar la majestad de la justicia.

Imponer el orden para mejorar calidad de vida
La gente se queja por el desorden que percibe en Popayán, no solo en el centro histórico, sino en otros sectores de la ciudad. Y es verdad, las ventas ambulantes se han propagado a lo largo y ancho de la villa de Don Sebastián; la congestión vehicular es cada vez mayor, como también la proliferación de motocicletas, cuyos conductores no acatan las normas de tránsito y ponen en constante peligro a peatones y a otros conductores.

Los andenes son ahora para los carros y las vías para el peatón, como se está viendo en el norte de esta capital, en donde los antejardines fueron convertidos en zonas duras para parqueadero. Los andenes, especialmente del sector histórico, están intransitables. Y lo más curioso, es que en Planeación no saben a ciencia cierta a quién le corresponde el arreglo de los que hoy son espacio para vendedores ambulantes y trampas mortales para transeúntes.

Igualmente, algunas calles las han convertido en talleres de mecánica automotriz, cuando la ciudad carece de vías, lo que produce gran congestión de vehículos de servicio público y particular, amén de la nube de motos, y un riesgo para la integridad física de los peatones.
Preocupa que quienes han llegado a Popayán, ya sea como consecuencia del desplazamiento forzado o por otras circunstancias, se hayan tomado la ciudad, en la mayoría de los casos de manera irrespetuosa, imponiéndole sus costumbres que riñen con la tradición de la ciudad, sin que las autoridades reaccionen y hagan cumplir las normas que todos debemos seguir para que el conjunto de la sociedad pueda vivir en armonía, con orden y respeto. Eso es calidad de vida. Entre más claras y exigentes sean las normas, será mejor el comportamiento ciudadano.

Pero, quienes vivimos en esta ciudad, incluidos los quejosos, debemos poner de nuestra parte, no solo quedarnos en el reclamo, y solicitar de las autoridades el cumplimiento de sus deberes. Respetar la cultura y la tradición de la ciudad es un imperativo, no se puede permitir que Popayán se “amolde” a quienes no tienen sentido de pertenencia. Mucho se habla de diseñar y poner en marcha campañas de cultura ciudadana, pero no se advierte ninguna acción dirigida a esa urgente pedagogía. ¿Qué dice la administración municipal al respecto?

Establecer el uso del parque de Caldas
Cuando no se tienen reglas claras sobre lo que debe ser el espacio público, se llega a abusar de él. Eso está pasando con el parque Francisco José de Caldas, cuyo uso hay que definirlo de una vez por todas.

En una ciudad que se dice turística, es increíble que la arquitectura patrimonial, de la que tienen que disfrutar propios y visitantes, quede tapada por carpas. En el pasado Congreso Gastronómico, frente a la Cámara de Comercio, se instaló un enorme toldo, bajo el cual se vendían electrodomésticos, entre ellos equipos de sonido, puestos a todo volumen.

En febrero pasado se instalaron carpas frente a la Gobernación, supuestamente con emprendimientos, pero lo que vimos no eran tales, sino venta de diferentes comestibles, entre ellos “La mejor Lechona”, como rezaba un cartel colgado del tenderete.
Hicimos saber esa situación a la Veeduría Ciudadana del Patrimonio Histórico y Natural de la Ciudad- VEER Popayán, a través de uno de sus miembros. Sabemos que esa instancia cívica, por medio de derecho de petición, le ha solicitado al alcalde Francisco Fuentes, que se elabore un reglamento de uso y manejo del parque de Caldas, con participación de la ciudadanía, a fin de establecer las actividades que se puedan ejecutar y las que quedarían prohibidas. Hay otros sitios para diversas actividades que se quieran desarrollar.

Es contradictorio, que mientras se está tratando de recuperar el espacio público, como bien lo hizo la administración municipal en el sector del Anarkos, al mismo tiempo se permita, así sea por unas horas, invadir el parque de Caldas. Al lado de estos permisos, deambulan las carretas con frutas y otras mercaderías en la «sala de Popayán», patrimonio histórico, artístico y cultural que es imperativo preservar.

Primero consumen “un maduro”
En distintos barrios de Popayán, en especial con población más vulnerable, se reúnen diariamente grupos de jóvenes, en cada sitio entre 10 y 15, que se dedican al mototaxismo, y antes de salir por las calles de la ciudad, se pasan cachos de marihuana que denominan “maduros”, tan largos como un bolígrafo, y una vez terminadas las rondas de consumo, salen raudos a ofrecer este servicio ilegal de transporte, lo que significa un peligro, no solo para quienes lo utilizan, porque se exponen a accidentes y otras situaciones, sino para los propios motociclistas adictos, porque la marihuana es un depresor como el alcohol, con un terrible efecto alucinante, que afecta la visión y la audición y, en general, las percepciones, con lo cual se deforma la realidad con la consecuente propensión a los siniestros.

En Popayán ocurren 21 accidentes diarios de motos, que dejan lesionados y también muertos.

Y si, igualmente, consumen bazuco, el efecto alucinante es mayor. Tanto la marihuana como el bazuco causan daño cerebral, destrozan las células nerviosas, envejecen el celebro, igual que el alcohol. Las autoridades tanto de policía como de salud pública, deben poner mucha atención a esta situación que se está presentando en Popayán.

 

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