Petro el capitalista y la tierra prometida

Por Redacción en mayo 25, 2018

Columna de opinión por: Alberto Muñoz O.

En un país con tantos problemas como el nuestro, en donde la corrupción no es propia únicamente de los políticos, sino de la mayoría de colombianos, en alguna medida esperamos siempre que llegue un líder que se oponga a estas prácticas malditas y acabe con este flagelo que enriquece a pocos y empobrece a la mayoría.
Para muchos colombianos uno de estos adalides es Gustavo Petro, persona que por décadas ha denunciado la corrupción de sus contradictores políticos, lo que ha convertido en su caballito de campaña, aprovechando que millones de ciudadanos no han podido tener una vida medianamente cómoda, ni lograr las oportunidades que otros sí tuvieron.

Su candidatura presidencial ha reunido a miles de colombianos que han escuchado su discurso desde hace tiempo, les gusta que hable duro, sin miedo, con gran convicción y hasta con esa peculiar arrogancia. Prometiendo dar salud, educación, vivienda, subsidios a muchas cosas y tierra.

Él, que dice ser capaz de acabar con la corrupción, promete, entre otras cosas, las tierras del norte del Cauca. Lo dijo en plaza pública y muchas personas de esa zona ya están soñando con al menos una hectárea, calculando que pueden vivir de su alquiler. El sector azucarero colombiano se encuentra ubicado en el valle geográfico del río Cauca, que abarca 47 municipios desde el norte del Departamento del Cauca, la franja central del Valle del Cauca, hasta el sur del Departamento de Risaralda. En esta región hay 225.560 hectáreas sembradas en caña para azúcar, de las cuales, el 25% corresponde a tierras propias de los ingenios y el restante 75% a más de 2.750 cultivadores de caña. Dichos cultivadores abastecen a 13 ingenios de la región (Cabaña, Carmelita, Manuelita, María Luisa, Mayagüez, Pichichí, Risaralda, Sancarlos, Tumaco, Ríopaila-Castilla, Incauca y Providencia). Desde 2005, cinco de los trece ingenios tienen destilerías anexas para la producción de alcohol carburante (Incauca, Manuelita, Providencia, Mayagüez y Risaralda) (Tomado de: http://www.asocana.org/publico/info.aspx?Cid=215). Quitarles tierras a los ricos ingenios, suena muy bien para muchos colombianos desinformados. Entonces, ¿a quiénes les quitaría Petro esas propiedades?

Con los pequeños nuevos adquirientes cambiaría la economía del suroccidente colombiano y no para bien. Recordemos que el despojo de tierras no es nada nuevo para el Cauca y la cordillera central es un buen ejemplo de ello. Por supuesto, esas tierras fueron prometidas y se les quitaron a muchos propietarios legales que generaban empleo en la región, y a través del Incora y luego del Incoder, los gobiernos nacionales las compraron con plata del erario, o sea de todos los contribuyentes colombianos, creyendo que los nuevos propietarios las trabajarían y crearían sus propios empleos. Es más, ¡que serían la despensa de alimentos de toda Colombia! Que gran metida de pata, porque la gran mayoría de esas personas, después de 30 años siguen siendo pobres, no generan empleo y producen poco, llevando la economía del Cauca a los últimos lugares entre los departamentos productivos del país.

Todos sabemos que en su juventud Petro perteneció al M-19, de hecho, inició sus primeros pinitos de oratoria en las montañas del Cauca, cuando fue parte de este grupo guerrillero y su líder era el famoso “comandante papito” o simplemente Pizarro, aquel que asesinaron los paras que no querían que fuera presidente de esta República, siendo financiado con platas de Pablo Escobar, un crimen reflejo del odio y forma de hacer las cosas por ese tiempo. En esa época, Petro era más considerado como un guerrillero de cafetín, que como estratega militar o terrorista; eso sí, es de los pocos guerrilleros que conoce una cárcel por dentro. Fue amnistiado y entró al mundo de la política, su logro más notorio fue ganar la Alcaldía de Bogotá con el 33% de la votación.

Su paso por la Alcaldía de Bogotá demostró que no es un buen administrador y que sus políticas de equidad no tuvieron el efecto esperado, de hecho, las finanzas de la Capital de la República se vieron afectadas y el gasto fue muy alto para tan pocos logros.

Al final de su periodo en la capital de Colombia no cambió a Bogotá, y sus promesas no llegaron a cumplirse, fueron las palabras de un soñador que no tiene los pies en la tierra y no entendió que para lograr la equidad, primero se debe crear empleo y no solo gastar el dinero de todos regalando cosas, así estas sean muy necesarias para las personas. Desde hace dos mil años sabemos que se debe enseñar a pescar y no regalar el pescado, es sencillamente insostenible y las personas se acostumbran a ello.

Ahora, una cosa es una alcaldía, y otra muy distinta es la Presidencia de Colombia, desde la cual se fijan las políticas de Estado y según sus discursos ventijulieros pasados de populismo, se ve que va a querer cambiar las reglas de juego. Algunos dirán que esa es la idea, pero ¿cuáles van a ser los cambios?, ¿cómo va a sostener económicamente cuanto está prometiendo?, ¿va a perseguir a aquellos que estarán en contra de sus políticas?, ¿desestimulará la economía con sus políticas arbitrarias y megalómanas?, ¿construirá lo que no hizo en su periodo como alcalde?

Blanco es, gallina lo pone y frito se come, un antiguo guerrillero que ayudó a acabar con el aparato productivo del Cauca y que con su oratoria impulsó a los nativos a invadir tierras productivas, no va a generar desarrollo ni empleo. Y si recordamos que los indígenas, que han ido en caravana a sus manifestaciones en plazas públicas del país, también quieren las tierras del norte, porque además se las ha ofrecido, pues algunos norteños se quedarán votando por Petro y esperando la tierra prometida… para otros.

Si Petro es presidente, la pobreza en el Cauca será más equitativa y los desplazamientos a las principales poblaciones aumentarán, por aquellos que saben desplazar para aumentar el número de cabildos y resguardos. ¿Se imaginan un gran feudo indígena desde la bota caucana hasta Palmira? Que viva el socialismo del S.XXI.

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