“La brizna de paja en el viento”

Por en septiembre 17, 2013

Por: Gloria Cepeda Vargas

“La Brizna de Paja en el Viento” es el título de la novela escrita por el venezolano Rómulo Gallegos, escenificada en Cuba y publicada en 1952. Eso somos, hilo de espuma que viaja en la marea, filamento solo visible para nuestras arrogancias y delirios.

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Intento hallar el origen del desenclave. No puede ser casual esta saga violenta con que nos apostrofa la historia y se estrellan la filosofía y aun las revelaciones del arte. Hay algo que no encaja, algo que se resiste al descanso obtenido cuando el hacer responde al engranaje del pensamiento. En este momento Basel Al Assad saca las garras mientras el Medio Oriente pende de un hilo. Pasó sin pasar el espanto de la primavera árabe, palestinos e israelíes desentonan. Cruje la armazón de Obama, chinos y rusos se quitan la careta, puja y gana el poderoso. La tabla de valores cumple su rol decorativo, izquierda y derecha se sacan la lengua en público y se abrazan en privado, religiones monoteístas nutren con amenazas o galardones de ultratumba su machismo de siglos.

Colombia no podía aguar la fiesta. El ex presidente Álvaro Uribe fue designado Gran Colombiano el 24 de junio del 2013 entre 125 personajes históricos del país. Atrás quedaron compatriotas tan bien abastecidos como Jaime Garzón o Gabriel García Márquez. Al margen del cansancio que producen tanta agalla emérita y patriótico laberinto en acción, con tamaña incongruencia los colombianos acabamos de inmortalizarnos ante el mundo: hallamos la palanca que desvelaba a Arquímedes galvanizando en dirección non sancta y de un solo matracazo la brújula de la opinión “nacional”. Además, algo esperado por obvio como fue la aventura del ex presidente durante su fallido intento de ingreso al Paraninfo Francisco José de Caldas en la mañana del pasado 30 de agosto, levanta polvaredas de indignación mientras el país hace agua.

Ahora el cuento se repite. Un paro agrario, minimizado desde las nubes, aglutina el descontento nacional. El presidente Santos se ordeña las neuronas y pronuncia su frase inolvidable: “El tal paro no existe” mientras la Colombia ensillada corcovea. Es la vieja cadencia. El de arriba, alienado a perpetuidad, vuelve la espalda al de abajo que si logra trepar, repite lo aprendido. Niños famélicos dispersos como duendecillos cojitrancos, mujeres a quienes no nos enseñaron a ser, aquí y allá, bajo la burka o la sombrilla; en el harén o la oficina; bajo techo o en descampado.

En el vecindario se rueda en estos momentos un sainete tan lamentable que ni siquiera podría reclamar el teatro del absurdo. Mientras Maduro intenta recoger los platos que destrozó el “comandante eterno”, un pueblo nacido de la más grande reserva petrolera del mundo, salta del supermercado a la tienda de barrio persiguiendo inútilmente desde un paquete de harina hasta un rollo de papel higiénico.

Ya lo dijo Steiner palabras más, palabras menos: el hombre es un animal territorial capaz de los mayores heroísmos y las más incomprensibles crueldades. Lo reivindica el haber inventado las matemáticas, la música y el lenguaje especulativo donde figura la poesía. Conclusión: el surrealismo es soportable y hasta necesario únicamente en la monstruosa tiranía del arte. Nuestra perecedera envoltura reclama un derrotero acorde con las necesidades colectivas. Ni izquierda ni derecha marcan el derrotero que necesitamos, todavía aúlla el lobo bajo la piel de estos animales verticales resistidos a aprender.
¿Son trampas del ocaso, incultura, desnutrición o falta de arsenal? ¿Los polvos de la madre Celestina o la lucha por la supervivencia? ¿Caricatura social o simplemente incompatibilidad de aureolas? No señores, lo que bulle detrás de la cortina es el trasfondo humano, la desvalida brizna de paja en el viento.

Septiembre 13 de 2013

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