Dos generaciones

Por en junio 12, 2018

Columna de opinión por: Juan Francisco Muñoz Olano

Son alrededor de 12 millones de posibles votantes jóvenes, entre los 18 y los 35 años, quienes podrían decidir el curso político y social de este país. Aunque se estima que solo 4 de cada 10 de estos jóvenes de hecho votan, Colombia parece hacer parte de una tendencia mundial dada en que es el voto joven el que está decidiendo millones de elecciones electorales.

Es de recordar que Antanas Mockus, el candidato a la presidencia de la ola verde de 2010 solo obtuvo en primera vuelta 3.134.222 votos. Muchos de esos votos fueron de los jóvenes. Por el contrario, y a pesar de estar en una desventaja actual, las candidaturas alternativas del 2018 que hacen campaña por fuera de las maquinarias de antaño y que se alejan de las ideologías tradicionales, lograron en primera vuelta presidencial, en conjunto, la descomunal cifra de 9.854.136 votos. Y valga tener presente, que muchos de estos votos son millennials.

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Los millennials incluyen a los nacidos desde 1980 hasta el 2000. Aunque algunos somos mayores que otros, somos básicamente los que tuvimos que leer la historia de Colombia para entender cosas como la toma del Palacio de Justicia por parte del M19, la muerte de Pablo Escobar y el consecuente surgimiento del paramilitarismo, el nacimiento en Marquetalia de las Farc, y los efectos indeseados de la apertura económica de 1990, entre otros. Algunos éramos niños cuando unas de estas noticias alarmaban por televisión y radio. De hecho, cuando sucedieron los hechos de mayor trascendencia, ni siquiera habíamos nacido. La historia de estos hechos no nos fue contada en casa, ni en los colegios, ni tampoco en los libros de texto, y la hemos conocido por curiosidad e interés propios.

Por el contrario, la generación que incluye a todos nuestros padres y abuelos, nacida desde 1945, los baby boomers, fue la generación a la cual se le enseñó en mayor medida a pensar como sus padres. Si una persona era liberal o conservadora, lo heredaba, como se sigue heredando esa afiliación apasionada y ciega a algo tan irrelevante como lo es un equipo de fútbol. Los baby boomers son hijos del progreso socioeconómico de los años cincuenta, sesenta y setenta, y por eso creen en vacunar a sus hijos, en la igualdad de sexos, en el valor de la educación y del trabajo.  No obstante, aunque es cierto se revelaron ante sus padres en gustos musicales, intereses sexuales, profesiones, modas, drogas, creencias espirituales y opiniones de la más diversa índole, parece que la mayor parte de esta generación siguió cautiva en temas de ideología política. Muchos de nuestros abuelos y de nuestros padres vivieron las épocas de desarrollo social liberal a pesar de un tímido desarrollo económico, y como si no fueran los hijos de políticas inclusivas exitosas, son los más fervientes creyentes de las versiones más caricaturescas de neoliberalismo a lo Reagan y a lo Thatcher (por no decir a lo Uribe y a lo Duque); dicen, acá lo que pasa es que la gente es perezosa y no trabaja, cuando ellos consiguieron trabajos con mayor facilidad que los millennials; dicen, lo importante es el crecimiento económico, cuando los progresos socioeconómicos colombianos se dieron de hecho a pesar de la agenda de monopolios empresariales y del absoluto fracaso de la mayoría de los gobiernos que hemos tenido en tal tarea que es incrementar el porcentaje de producto interno bruto.

Pero, si las disquisiciones económicas de reunión familiar despiertan la pasión de los baby boomers, entender temas socio-políticos les resulta apático. Vivieron en los tiempos de los robos electorales protagonizados por el frente nacional, pero eso nunca pareció preocuparlos. Además, conocieron la disposición de las guerrillas como el M19 a dejar las armas, que tomaron por la histórica exclusión política, pero ninguno de los convulsionados eventos de la segunda mitad del siglo XX parece haberlos puesto a pensar en que esta es una historia compleja.

No obstante, en este país de cien años de soledad, no hay presidente eterno que dure por siempre, y a todo patriarca le llega su otoño, como diría Gabriel García Márquez. La pasión ideológica baby boomer ha llegado a sus límites paradójicos. De hecho, fueron los baby boomers cubanos asentados en la Florida, quienes irónicamente apoyaron la elección de un Donald Trump que ha hundido a la Habana aún más en su miseria comunista; así también, tanto baby boomer colombiano pareciera no pensar con claridad sobre los efectos de un país gobernado por las mismas maquinarias de siempre. Esas maquinarias que planeaban adherir a Duque y al Centro Democrático desde el principio de las elecciones presidenciales, y que los baby boomers desestiman como preocupantes, cuando terminan convenciéndose en un peculiar ejercicio de racionalización muy humana, en que por lo menos, dirán, no nos llevarán a ser como “Venezuela”.

Pero, así gane Duque y gane el pasado, ese pasado con todas las distorsiones y con todos los sesgos que tiene la memoria familiar; un pasado con tan pocos merecimientos como tienen las herencias, los legados y los apellidos, aun así hay esperanza. Podría haber una nueva generación que se sabe incrédula de las ideologías de antaño, y que reconoce que no domina temas de tan amplia envergadura. Y por ello, confía en la información, en los datos y en recordar algo que los baby boomers tuvieron que olvidar: Que aquí la ética política importa más que nuestras identidades sociales y culturales colombianas.

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