Decidir por quién votar

Por en mayo 15, 2018

Columna de opinión por:  Juan Francisco Muñoz

Juanita León, la imparcial directora del medio periodístico La Silla Vacía, decía en una entrevista lo que le parecía mejor definía las cualidades de un candidato. La directora de la Silla dijo simple y llanamente, que el elemento más importante para juzgar, eran los antecedentes como gobernante.

Y es que todas las campañas políticas suelen enaltecer las promesas sobre las realidades. Incluso, algunos estudios científicos han demostrado que las personas suelen prestarle más atención a las promesas en campaña, que a sus posteriores ejecuciones. Solo así, considero, puede una sociedad entera quedar sobrecogida por lo que pasará el 27 de Mayo, cuando en la primera vuelta de elecciones presidenciales por fin se defina lo que algunos consideran la salvación y otros la perdición de todo un país.  Ante tal desproporción de especulaciones, supersticiones e intrigas, considero que cabe recoger la parsimoniosa sugerencia de León. Si una silla presidencial puede hacer tal diferencia, que ya no dependa de lo que permitan otros poderes hace rato constituidos, expreso mi reflexión personal a este respecto.

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Los antecedentes de Iván Duque nos hablan de un abogado que trabajó escasos años como asesor en el Banco Interamericano de Desarrollo, llevado de la mano de un político, Juan Manuel Santos. Su experiencia es prácticamente nula para la dimensión de un cargo como la presidencia de un país que debe solucionar la implementación de los Acuerdos de Paz, a la vez que debe incrementar la inversión en infraestructura y mejorar sus posibilidades económicas. De hecho, sus posturas radicales como senador contra los Acuerdos de Paz  dejan entrever a un gobernante que no necesita la injerencia de su mentor político, Álvaro Uribe Vélez, para caracterizarse por cerrar las puertas del diálogo y no lograr alternativas a problemas complejos y acuciantes. Además, sus relaciones de lobbista con los principales grupos empresariales colombianos, dejan entrever que su presidencia será menos la de un gobierno a favor de los ciudadanos, y más a favor de intereses muy particulares.

Los antecedentes de Germán Vargas son amplios en experiencia gubernamental. Un vicepresidente que dirigió un ambicioso proyecto de construcción de viviendas y un senador experto en negociaciones políticas. No obstante, su mayor experiencia ha consistido en tener el mayor éxito para llevar a políticos envueltos en probados actos de corrupción al Congreso. Así, sus antecedentes representan inmensas paradojas. Una amplísima trayectoria pública, inseparable de los mayores males de la clase dirigente colombiana. No puede haber confianza para semejante trayectoria, más que el apoyo conveniente y oportunista de esta misma clase política de marras.

Por otro lado, los antecedentes del fenómeno de la opinión, que es Gustavo Petro, resultan también contradictorios. Su paso por el Senado dejó en alto su imagen como adalid de la lucha contra el paramilitarismo. No obstante, su estilo caudillista como alcalde de Bogotá desconcertó a muchos de sus iniciales seguidores, entre quienes me cuento. Gustavo Petro nunca ha querido aceptar sus responsabilidades en preocupantes y desafortunadas decisiones administrativas, que generaron serias consecuencias para el bien público en la ciudad de Bogotá. Por el contrario, ha continuado con la polarización de la opinión pública, culpando a sus antecesores y sucesores de los efectos de sus propias decisiones. Un gobernante de este talante representa uno de los peores riesgos. Los de un gobierno que todos los días incendia a la discusión pública desde su Twitter, contra unos y otros, pero que nunca construye confianza en las instituciones y en los actores públicos.

Finalmente, está Sergio Fajardo, el único candidato que no ha generado ninguna duda en una experiencia como gobernante, si consideramos su paso por la alcaldía de Medellín. No obstante, su gestión como gobernador de Antioquia ha sido discutida ampliamente. La primera discusión fue sobre su responsabilidad en la supuesta quiebra del Departamento, aunque la Procuraduría ya aclaró el asunto como irrelevante, y ha sido sugerido por muchos que hubo una estrategia de desprestigio dirigida desde el uribismo y las acciones del gobernador actual, Luis Pérez. En estos días, también surgió la discusión sobre la responsabilidad de Fajardo en los hechos acontecidos en el proyecto Hidroeléctrico de las Empresas Públicas de Medellín en Ituango, situación sobre la cual instituciones relevantes para tal caso ya han desestimado tal responsabilidad.

Finalmente, considero es cierto que Sergio Fajardo ha sido un candidato que no ha sabido conectar con las urgencias y emociones de esta sociedad que sobredimensiona el poder de la política, para luego despreocuparse totalmente del mismo. No obstante, su candidatura fue un ejemplo de decencia para con sus contendores y para con los electores. Y sus antecedentes muestran a un gobernante responsable, que no polariza, y que además genera puentes entre sectores de esta sociedad en conflicto. Así, considero que para mí está claro que Fajardo representa un país viable, aunque estoy seguro la democracia sobrevivirá, pase lo que pase el próximo 27 de Mayo.

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