El chelista Santiago Cañón Valencia, fue ovacionado en Popayán

Por en agosto 13, 2013

No es un intérprete convencional, lo que le permite a este joven músico transmitirle al público muchas emociones con un repertorio complejo.

Por Aura Isabel Olano

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Ese niño virtuoso del chelo, que a sus seis años, siendo alumno de kínder, en abril de 2002, dejó maravillados a los asistente al concierto en el Banco de la República de Popayán, y que días después sorprendió en el auditorio León de Greiff, al presentarse con la Filarmónica de Bogotá, once años después, invitado al Festival de Música Religiosa de Popayán, recibió una gran ovación del público que colmó el teatro Municipal Guillermo Valencia, y le pidió repetición en el concierto del Viernes Santo de 2013.

En ese emblemático recinto, al que llegaba por primera vez Santiago Cañón Valencia, acompañado al piano por el consagrado maestro Harold Martina, mostró ese don tan especial para ejecutar el violonchelo, que conmovió a los presentes. “Me impacta, siempre encuentro sorpresas en él.

A sus 17 años toca de forma madura, logra transmitirle al público muchas emociones, siempre he presenciado eso, incluso la gente en varias partes del mundo ha llorado”. Ese comentario es de la también violonchelista, Rocío Valencia Quijano, quien dejó a su profesor, el músico polaco, Henryk Zarzycki, para cedérselo a su hijo.

Cuando Rocío le propuso ese cambio, el maestro le dijo que no tenía experiencia para enseñarle a un niño tan pequeño. Ella, entonces, se comprometió a darle clases, siguiendo sus indicaciones.

Además del placer de enseñarle a Santiago, veía cada día grandes progresos en él, que hicieron que la enseñanza la asumiera el maestro polaco, quien lo guió de 1999 a 2007. Luego de ocho años el veterano chelista resolvió regresar a su natal Polonia, decisión que dejó a Rocío y a su esposo Ricardo Cañón, clarinetista de la Sinfónica de Colombia, en una gran incertidumbre.

La búsqueda de un nuevo profesor fue angustiante, porque no sabían qué iba pasar con el estudio de Santiago. Decidieron buscar al maestro James Tennant, quien había sido profesor de Rocío durante año y medio en el Conservatorio de la Universidad del Cauca. Estaba en Nueva Zelanda, le escribió y le envió un video de Santiago. Su respuesta fue positiva. Rocío partió con Santiago en el 2007, en principio por tres meses, pero fue tan importante la experiencia debido a la empatía que surgió con el maestro y su esposa pianista, que durante cinco años, hasta el 2012 fue su tutor. “Era el profesor que necesitaba en ese momento, y los resultados saltan a la vista, son óptimos”, dice muy segura Rocío, quien tuvo que dividirse entre Bogotá y la lejana Nueva Zelanda, lo que significó un sacrificio familiar, pero su matrimonio pasó la prueba.

En el 2010 Santiago comenzó universidad, lo que fue muy publicitado en Nueva Zelanda, porque era el primer alumno de pregrado de 14 años de edad. Durante el próximo mes de mayo hará una gira por Sudáfrica, y en agosto comenzará un posgrado en Dallas, Texas, con el maestro chileno Andrés Díaz, a quien conoció en el Festival de Música de Cartagena. Ha tocado en dos conciertos con él.

A pesar de su corta edad, Santiago Cañón Valencia tiene ya un notable recorrido como chelista, campo en el que se distingue porque no es un intérprete convencional, y siendo su repertorio muy complejo, logra llegar a la gente.

Concierto de Santiago Cañón Valencia, Chelo, y Harold Martina, Piano, en el Festival de Música Religiosa de Popayán, el pasado Viernes Santo.

Concierto de Santiago Cañón Valencia, Chelo, y Harold Martina, Piano, en el Festival de Música Religiosa de Popayán, el pasado Viernes Santo.

Once años después de la primera entrevista que le dio a La Campana, vemos que Santiago ha crecido como persona y como chelista, pero conserva su espontaneidad y su sencillez, que lo hacen un ser muy especial, un artista muy querido. Hablamos con este genio del chelo, sobre varios aspectos de su carrera, de sus gustos y sus metas.

A.I.O. ¿Qué sintió al participar en el Festival de Música Religiosa de Popayán?

S.C.V. Fue una experiencia muy agradable, no solo por el hecho de estar en el Festival, de por sí, muy importante, sino porque pude regresar a Popayán después de nueve años. Sentí el cariño de la gente, ver el teatro municipal lleno, es una de las cosas más emocionantes, y que pidieran repetición. Me dio mucha alegría que vinieran a escucharnos al maestro Harold Martina y a mí, a quien recuerdo haber visto como solista con la Filarmónica de Bogotá. Cuando me dijeron que me tocaba con él, me dio mucho gusto.

A.I.O. Escuché decir entre los asistentes, que su ejecución había sido limpia. ¿A qué se referían?

S.C.V. Significa para mí, que todas las notas tienen un sonido muy puro, que no hay ruidos de más, que solo se escucha la melodía de un instrumento, del chelo en este caso. Cuando uno toca, a veces se escuchan unos ruiditos entre notas, son movimientos de tipo involuntario del arco o de los dedos. Un sonido puro no distrae, y es muy fácil escuchar.

Santiago Cañón Valencia, en el 2002, a sus seis años, en la casa de sus abuelos en Popayán, a pocas horas de ofrecer un concierto en el Banco de la República.

Santiago Cañón Valencia, en el 2002, a sus seis años, en la casa de sus abuelos en Popayán, a pocas horas de ofrecer un concierto en el Banco de la República.

A.I.O. Entre las obras que interpretó, Puñena No. 2 para chelo, ¿era la más compleja?

S.C.V. Esa fue la razón por la cual quise explicarla, porque aparte de ser la única obra de solo chelo, creo que fue la que más sobresalió del recital, y por primera vez se escuchó en Popayán. Esta obra de Alberto Ginastera, tiene muchas cosas que yo no había oído.

A.I.O. ¿Cómo se siente como chelista?

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S.C.V. Interpretar el chelo es lo que más me gusta. Haber tenido bastantes logros y oportunidades para tocar, no solo en Colombia sino en otros países, me hace sentir muy bien, y que a la edad que tengo haya hecho todo eso, y quien sabe qué más va a venir en el futuro.

A.I.O. Dentro de su carrera, ¿qué quiere lograr?

S.C.V. Ser un solista internacional, tocar con orquestas muy importantes, en todo el mundo, grabar más discos, viajar. Desde muy pequeño he tenido una fijación por la Filarmónica de Berlín, y todavía la tengo, cuando llegue el día de tocar con ella, será uno de los sueños más grandes. Desde los 9 años he querido ser solista en esa orquesta.

A.I.O. ¿Qué le falta?

S.C.V. Aún no he ido a Europa. Falta un largo camino, muchas cosas que aprender y saber, tocar más, ir a más concursos. Hay un montón de cosas por hacer todavía.

A.I.O. ¿Cuántos chelos tiene?

S.C.V. Comencé a tocarlo a los 4 años y medio, y tengo cuatro chelos. Dos de ellos fueron hechos por el lutier Vicente Larraín. Por un tiempo toqué el chelo de mi mamá, que era cuatro cuartos. En el 2005 el maestro Henryk Zarzyeki, me trajo uno de su país, con el que toqué en el Festival, que es el que más utilizo. También tengo otro que me regaló el chelista Andrés Díaz, con quien estudiaré en Dallas, Texas. En total son cuatro, dos pequeños y dos grandes.

A.I.O. ¿Escoger el estudio del chelo, tuvo que ver con que su mamá es chelista?

S.C.V. Sí, básicamente fue por eso. Yo quería estudiar fagot, pero era muy chiquito, y el instrumento muy grande, entonces mi mamá me propuso comenzar con el chelo. Desde que me dio el chelo pequeño, a los 4 años, hasta ahora, que voy a cumplir 18, no he parado. Me encanta el chelo por su sonido aterciopelado. También tiene fuerza, y a la vez sonidos muy suaves, es muy versátil.

A.I.O. ¿Cuántas horas diarias dedica al estudio del chelo?

S.C.V. Eso depende, pero generalmente 4, 5 y hasta 6 horas diarias. Ese es el compromiso que uno hace cuando quiere ser un músico. Cuando era chiquito y quería salir con mis amigos, lo hacía, porque mis papás lograron balancear esos dos estilos de vida muy bien, siempre hubo tiempo. Uno tiene que tener amigos, no puede permanecer encerrado estudiando.

A.I.O. ¿Cuál es su estilo como chelista?

S.C.V. Es diferente a la de otros chelistas, por ejemplo, la forma de coger el arco no es lo que “dicta el libro”. Hago muchas cosas de manera natural, no tradicional. Mis maestros vieron que funcionaba bien, entonces para qué cambiarla, y los dos respetaron esa naturalidad.

A.I.O. ¿A qué edad terminó bachillerato?

S.C.V. A los 14 años.

A.I.O. Además de la música, ¿qué otras actividades le gustan?

S.C.V. Me gusta pintar, tomar fotografías y salir con amigos.

A.I.O. ¿Qué pinta?

S.C.V. Muchas de las cosas que pinto salen de la nada, porque no me gusta planear. Me encantan el surrealismo, el cubismo y lo abstracto. Siempre incorporo algo de la música en las pinturas, no solo es pintar por pintar. En la media docena de cuadros que he pintado, aparece, por ejemplo, la silueta del chelo. Los dos últimos que hice, uno fueron para mi profesor, al terminar el pregrado; y para mis patrocinadores, como un regalo muy personal. Estos son como veo la música en general, con diferentes sombras y colores. Es básicamente una interpretación de algo. A veces pienso en una pieza en particular, en cómo es, si muy oscura, o si es muy alegre, o muy abstracta. Pintar es algo que he hecho desde muy chiquito. A los nueve años pinté dos cuadros en el estudio de mi abuelo, Luis Carlos Valencia, con ayuda de mi tío Rodrigo, y en Estados Unidos, con mi tío Iván, los dos son pintores. Me gusta el arte moderno, experimental y crear una realidad diferente, que no se puede ver en el mundo físico.

Que el éxito no los cambie

En el corredor de la casa museo del pintor Luis Carlos Valencia, en el mismo escaño en donde hace 11 años, también conversamos con Santiago, cuando apenas tenía seis años, Rocío, su mamá, maestra y acompañante durante todos estos años de formación musical de este genio del chelo, dice sentirse muy complacida, no solo por lo que ha logrado hasta ahora Santiago, sino también Natalia, su hija mayor, de 23 años, que en el 2008 logró una beca para estudiar pregrado en violín, en Oklahoma, Estados Unidos, en donde se graduó el año pasado, actualmente adelanta la maestría, en la universidad de Luisiana.

A Ricardo y a Rocío, sus dos hijos, Natalia y Santiago, violinista y chelista, respectivamente, les han dado muchas satisfacciones. Son maduros, centrados en lo que quieren hacer, muy sanos y sencillos, se les ha trabajado ese aspecto, para que el éxito no dañe su personalidad, que sigan siendo las mismas personas, que se acerquen al público, dice Rocío, quien mira con nostalgia su chelo, el que dejó de ejecutar, para que lo hiciera Santiago con toda la maestría que advirtió en él desde muy pequeño.

 

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