Ruta de la Seda: ¿Un camino prometedor para la economía colombiana?

Además de los costos y beneficios, la adhesión de Colombia podría generar tensiones con Estados Unidos, dada la creciente rivalidad geopolítica.
La reciente adhesión de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), impulsada por China desde 2013, representa una decisión de gran alcance que podría redefinir las prioridades económicas y diplomáticas del país en los próximos años. En un contexto de creciente incertidumbre global y transformaciones en las reglas del comercio internacional, este movimiento refleja la intención del gobierno colombiano de ampliar sus alianzas internacionales y acceder a nuevas fuentes de inversión y cooperación. La BRI, concebida como un ambicioso plan para conectar Asia con África, Europa y América Latina y el Caribe mediante infraestructura, comercio e integración financiera, ha sido adoptada por más de 140 países a nivel global.
China mantiene relaciones diplomáticas con 26 de los 33 países soberanos de América Latina y el Caribe y ha firmado memorandos de entendimiento o documentos de intención con 22 de ellos en el marco de la BRI, sin incluir a Colombia. Sin embargo, Brasil, México y Panamá se han resistido a adherirse formalmente. En el caso de Panamá, aunque inicialmente se sumó a la iniciativa en 2017, decidió retirarse en febrero de este año.

Colombia debe tener una estrategia para buscar nuevos destinos de exportación en el pacífico, incluyendo a China, pero no es claro que la iniciativa de la Ruta de la Seda sea el instrumento adecuado. La decisión de adhesión tomó al sector privado por sorpresa y, como analiza ANIF en este informe, no necesariamente conduce a un patrón de comercio con China más balanceado.
Con base en la antigua Ruta de la Seda, la BRI se compone de dos grandes ejes: la Franja Económica de la Ruta de la Seda, que abarca corredores terrestres de infraestructura, como ferrocarriles, carreteras y oleoductos, y la Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI, centrada en mejorar puertos y rutas marítimas de alto valor. A través de esta iniciativa, China ha financiado y ejecutado diversos proyectos de infraestructura, buscando facilitar el comercio internacional, promover la cooperación regional y ampliar su influencia geopolítica.
Además de los beneficios en infraestructura, la BRI también cumple un rol clave en la política exterior y económica de China: permite al país exportar su exceso de producción, promover el uso de su moneda y establecer vínculos diplomáticos más estrechos con economías emergentes. Sin embargo, la iniciativa ha generado críticas por la falta de transparencia en los contratos y, en algunos casos, escándalos de corrupción en la ejecución de proyectos, además de un eventual riesgo de sobreendeudamiento en los países receptores y las implicaciones geopolíticas que conlleva el creciente liderazgo del gigante asiático. A pesar de ello, la iniciativa se ha convertido en una de las apuestas de desarrollo global más ambiciosas de las últimas décadas.

Potenciales beneficios y costos para Colombia de la adhesión a la BRI
La incorporación de Colombia a la denominada Ruta de la Seda marca un giro importante en su estrategia de inserción internacional y en su agenda de desarrollo económico. Entre los posibles beneficios se encuentra el direccionamiento de inversión extranjera directa para proyectos de infraestructura, lo que se traduciría en mejoras en la conectividad del país en términos de carreteras, puertos, ferrocarriles y sistemas energéticos. Tal es el caso del puerto de Chancay en Perú, un complejo portuario con una inversión estimada de US$3.500 millones, que busca incrementar los flujos comerciales gracias a su ubicación y permitiría reducir de 40 a 28 días el tiempo promedio de envío entre Perú y China.
Así mismo, la integración a esta red global busca facilitar la diversificación de los mercados de exportación, especialmente en sectores como la tecnología, la energía y la logística, ayudando a reducir la dependencia de mercados tradicionales. Además, el acceso a nuevas fuentes de financiamiento ofrecidas por el gigante asiático podría representar una oportunidad para impulsar proyectos de largo plazo que presentan limitaciones en la obtención de los recursos necesarios para su financiamiento.
No obstante, la participación en la iniciativa también plantea desafíos que deben ser evaluados con cautela. En 2024, Colombia exportó a China US$2.377 millones, una cifra muy pequeña si se compara con los US$15.936 millones que se importaron de ese país, generando una balanza comercial deficitaria de más de US$13.500 millones. Aunque el Gobierno Petro espera que la brecha se reduzca, esta podría profundizarse si se empieza a sustituir producción nacional dada la facilidad que ahora tendrían los bienes chinos para ingresar y sus bajos precios. Esto podría derivar en que las ventas colombianas hacia el exterior se concentren aún más en materias primas y bienes de bajo valor agregado. Asimismo, hay preocupaciones por una posible dependencia en materia económica, dado que varios países miembros de la BRI han enfrentado altos niveles de endeudamiento.
Finalmente, no puede ignorarse el componente geopolítico, pues un mayor acercamiento a China podría tensar la relación con Estados Unidos, principal socio comercial y aliado político de Colombia. Esto ya lo demostró el pronunciamiento de la Oficina para Asuntos del Hemisferio Occidental de los Estados Unidos, que manifestó su oposición a que instituciones financieras internacionales realicen desembolsos para empresas con participación del Gobierno chino en proyectos desarrollados en Colombia. Esto, por ejemplo, podría poner en riesgo la financiación de iniciativas tan importantes como la segunda línea del Metro de Bogotá.
Efectos de la adhesión a la BRI: ¿qué sugiere la evidencia para Latinoamérica?
Si bien la Ruta de la Seda es una iniciativa relativamente reciente, ya algunos trabajos académicos han intentado estudiar sus efectos. Buena parte de la literatura se centra en el impacto en crecimiento, inversión extranjera y medio ambiente, así como en el estudio específico de las inversiones y proyectos realizados bajo los convenios de dicho programa. Es claro que a pesar de que varios países de América Latina participan de la iniciativa, no es la principal región de destino de proyectos. Del total de inversiones acumuladas desde el inicio del BRI en 2013 (más de US$450 mil millones), solo el 2,5% ha tenido como destino a los países de América Latina y el Caribe. En el caso de los contratos de construcción del BRI la participación de la región es incluso menor y solo alcanza el 1,67%.
Teniendo en cuenta este contexto, realizamos un ejercicio econométrico con una muestra de países de América Latina y el Caribe para evaluar si el acceso a la Ruta de la Seda ha tenido un efecto positivo en su crecimiento y en la dinámica exportadora.
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