Alonso Pérez, un tambeño ejemplar

Por en junio 5, 2025

Al filo de sus 86 años, bien vividos, Jorge Alonso Pérez es un tambeño raizal que ama infatigablemente a su tierra y que todavía conserva en su memoria bellos e interesantes momentos que marcaron su existencia.

Casado con María Lucila Rosero, egresada de la Normal de Señoritas, los acompaña James Eduardo, su único hijo, abogado, y un nieto. Actualmente vive en Popayán.  La mayor parte de su tiempo lo dedicó al oficio de la radiotecnia y a la reparación de motores que aprendió por correspondencia. Por su oficio le apasionaba la música del trío “Los Panchos”, Jhonny Albino y su trío San Juan y “Los Embajadores”. Entre las emisoras recuerda a “Radio Pacífico”, “Radio El Sol”, “Radio Reloj” y “La Voz de Belalcázar”.

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“Por aquellos años de infancia, el pueblo era pequeño, pero después se extendió por todos los lados”, dice.  Y agrega, “la vida fue muy tranquila, aunque tenía muchas carencias y dificultades, pues no contaba con luz eléctrica ni acueducto. Primero utilizamos velas y luego lámparas de gasolina, hasta que llegó la energía en la década de los 50, aproximadamente. Allí nos cambió la vida”.

Ayer como hoy, indica refiriéndose a la economía lugareña, las gentes explotaban la agricultura y la ganadería. El fuerte de la productividad eran el café, el plátano, la yuca, el chontaduro, entre otros. Con el tiempo, muchas familias abandonaron el pueblo y se establecieron en Popayán y Cali, principalmente, en su lugar llegaron nuevos habitantes, por lo regular de origen antioqueño que dinamizaron aún más los emprendimientos.

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Nos cuenta que la carretera a Popayán carecía de afirmado, igual que las calles del poblado y el recorrido, en épocas de crudo invierno, tenía una duración hasta de tres horas, con muchos riesgos, como el paso de La Chorrera, en “donde se le morían las lombrices a cualquiera”. El pasaje oscilaba entre 15 y 20 centavos; el precio de un animal vacuno era de 10 pesos, aproximadamente y el valor de un centavo era representativo.

Como momentos gratos cita, desde sus épocas de infancia y adolescencia, la festividad del Amo Jesús Nazareno, patrono espiritual de la comarca, con nutrida asistencia de devotos que se transportaban en mulas y caballos desde veredas muy lejanas, pues las carreteras eran escasas.  Esa costumbre religiosa se mantiene vigente hasta nuestros días y la fe en la imagen traída, hace muchos años, desde la profundidad de la montaña, se acrecienta cada día con devotos procedentes de los departamentos vecinos.

Don Jorge Alonso nos cuenta que por aquellos tiempos la vida social era muy limitada y se reducía a paseos, pequeñas parrandas y serenatas, amenizadas con música de cuerda, en las que no podía faltar la ejecución de temas como el pasillo “Esperanza”, “Que vivan los novios”, “Cosas como tú” y uno que otro pasodoble.

Entre los personajes típicos conoció a “Tatamorra”, de profesión peluquero, buen conversador y quien sabía la vida de todo el pueblo, aunque era forastero. Como dato anecdótico rememora que “Guineo”, personaje típico de Popayán, solía visitar a El Tambo, en donde arengaba al público con su vestimenta de cura y que muchas veces cumplía el recorrido a pie.

“Hace muchos años era habitual en El Tambo convocar a sus habitantes para alguna reunión importante en la Alcaldía a través del “bando”; se utilizaba un tambor, instrumento musical muy sonoro y que era la invitación a acudir a la casa de gobierno”, cuenta Jorge Alonso.

Finalmente, al hacer una comparación de las épocas vividas, enfatiza en que ahora la crianza de seres humanos ha decaído mucho por cuanto en su tiempo a los niños no se les permitía permanecer en la calle, sino en el hogar, en el aprendizaje de buenas costumbres y pequeñas labores, por lo cual cree que ahora abunda un libertinaje perjudicial.

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