Por el hilo se saca el ovillo

Por en mayo 20, 2025

El transporte público urbano, como su nombre lo indica, es un sistema creado para facilitar la movilidad pública, a precios relativamente económicos, al alcance de familias de escasos recursos que, hoy por hoy, lo utilizan en forma masiva.

Independientemente de las ventajas, inconvenientes y fallas que regularmente presenta, este fundamental servicio es un indicativo bastante aproximado de algunas problemáticas que afectan gravemente a la comunidad.

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 Cuando -como en el tiempo presente- en los vehículos de servicio público urbano aumenta exponencialmente la presencia de personas dedicadas a la venta de cualquier simple comestible, a la ejecución de algún instrumento musical o simplemente a implorar la caridad cristiana, es una señal inequívoca de la condición latente de pobreza o calamidad. Del poco o nulo compromiso del Estado por atender y resolver un asunto de naturaleza tan perentoria.

Quizás la causa más sobresaliente o visible es la desocupación que golpea a muchas familias, sin oportunidades, sin ninguna capacitación o posibilidad de emprendimiento, con mayores veras, en un medio como el nuestro en donde las fuentes de trabajo formal son escasas. El hambre no da espera y por consiguiente impulsa a las personas a buscar una válvula o compuerta de salida que les permita menguar su intranquilidad o desesperación.

Por desgracia este fenómeno social se está registrando en forma masiva en Popayán y es un síntoma bastante preocupante que debe alertar a nuestras autoridades pues, tarde que temprano, puede afectar seriamente el componente de la seguridad pública y convertirse en un palo en la rueda de nuestro incipiente desarrollo. Porque, ¿qué otra cosa explica la ocupación diaria del espacio público no solo en el denominado Sector Histórico, sino en toda la ciudad? Es un dolor de cabeza ya generalizado.

Sería algo disparatado llegar a pensar que con esta modalidad de “oficio” las familias involucradas van a poder resolver su angustia o su indefensión o dirimir su crisis económica. Creemos que, en cambio, contribuye eficazmente a alimentar una especie de bomba de tiempo, que en cualquier momento puede detonar y, en el peor de los casos, ser capitalizada por quienes, desde la oscuridad, no les faltan ganas de volver a incendiar el país.

Y peor si tenemos en cuenta que el departamento del Cauca pasa por uno de sus momentos más críticos e insolubles de su historia, aunque muchos hallan consuelo en que ha sido un mal de toda su vida.  El asunto reviste, entonces, mucha gravedad y demanda un tratamiento prioritario, cosa bastante imposible en un momento en que gobernantes y gobernados se encuentran embelesados con la política, a escaso tiempo de la contienda electoral.

La verdad sea dicha, si hay algo que la ciudad reclama a gritos es el impulso a programas de tipo social, que le den la mano a las víctimas de tanta pobreza.

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