Tres décadas de la tragedia que semidestruyó a Popayán

Por en agosto 2, 2013

El 31 de marzo de 1983 quedó tatuado en la memoria colectiva. La mañana era cálida, el astro rey había madrugado, el cielo, sin asomo de nubes, era más azul que nunca. Impensable, entonces, un mal presagio.

Por Aura Isabel Olano

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Todo estaba listo en las iglesias para el culto religioso, armados los pasos en San Francisco, de donde saldría la procesión; en los hoteles se servía el desayuno a los huéspedes, músicos, muchos de ellos que participaban en el Festival de Música Religiosa. Otros visitantes llegarían en el vuelo de Aeropesca de las 11:00 de la mañana. Por obvias razones la aeronave no despegó de Bogotá. En las casas de familia atendían a parientes y amigos venidos de distintos rincones de Colombia y del exterior.

El comercio y los restaurantes esperaban buenas ventas, era la mejor semana del año. Estaba lista la logística en museos y sitios de interés de la ciudad. El sector histórico lucía inmaculado. Los propietarios de casonas y edificios públicos habían acatado – como lo han hecho desde 1675- el decreto municipal que ordena el enlucimiento de la ciudad.

Esa atmósfera de tranquilidad se convirtió en pánico, primero, y luego en caos. A las 8:13 minutos de la mañana de ese Jueves Santo 31 de marzo de 1983, las entrañas de la Tierra se hicieron sentir con un brusco movimiento de más alta aceleración vertical que horizontal, acompañado de un fuerte y extraño ruido. Bastaron 18 segundos para que Popayán y poblaciones vecinas quedaran semidestruidas por un terremoto de magnitud 5.5 en la escala de Richter.

Todo fue confusión. A esa hora ingresaban los feligreses a la Catedral Basílica, en donde el arzobispo de Popayán, Samuel Silverio Buitrago (q.e.p.d), oficiaría la misa concelebrada. La cúpula de Nuestra Señora de la Asunción se desplomó sobre los presentes, causando la muerte a 90 de ellos; otros cuantos quedaron heridos, los más graves fueron trasladados en helicópteros a centros asistenciales de Cali, debido a que el hospital Universitario San José y otros servicios de salud de la ciudad colapsaron.

Las edificaciones del sector histórico se afectaron en un 70%. Otros sitios de la ciudad sufrieron, igualmente, los rigores del fuerte sismo, en especial El Cadillal, La Esmeralda, Pandiguando y Bloques Pubenza. En ese condominio cedieron las estructuras, lo que cobró la vida de muchos de sus residentes. La Cruz Roja Seccional Cauca, en cuestión de minutos, acudió al rescate de las víctimas, dura tarea que pocas horas después fue apoyada por los organismos de socorro del Valle del Cauca.

Las autoridades del vecino Departamento, así como sus gremios y empresarios, de inmediato arroparon a Popayán con valiosa ayuda en diferentes campos.

Alrededor de las 9:30 de la mañana, de ese fatídico 31 de marzo, apareció sobre Popayán el avión presidencial, cuyo piloto hizo gala de gran pericia para aterrizar en el aeropuerto Machángara, hoy Guillermo León Valencia, pues la pista y la torre de control habían sufrido graves averías.

El entonces presidente de la República, Belisario Betancur, quien se desplazó desde Neiva, se encontró con una ciudad devastada por el sismo. En medio de escombros y de la tragedia de cientos de personas, recorrió las calles de la ciudad en compañía de la gobernadora del Cauca, Amalia Grueso de Salazar; del alcalde de Popayán, Luis Guillermo Salazar, de funcionarios regionales y nacionales. Todo era confusión, dolor, angustia y desesperanza. La ciudad había quedado sin agua, sin luz y sin comunicaciones.

Antes del mediodía el mandatario dirigió la primera reunión, dio instrucciones precisas, principalmente en cuanto al control del orden público. “Tengan la seguridad de que el país reconstruirá a Popayán”. “Amor y gratitud para el Altar de la Patria, que es Popayán”, dijo de manera vehemente. Instruyó sobre la conformación de un comité de emergencia que debía reunirse en la sede de la Caja Agraria.

Anunció la llegada de helicópteros con ayudas procedentes de diferentes ciudades del país, pues tan pronto fue informado de la tragedia, convocó la solidaridad nacional e internacional, que no se hizo esperar. “Popayán se levantará de sus escombros como el Ave Fénix”, sentenció Betancur. Esa frase fue interpretada por muchas personas de poblaciones del Cauca y de departamentos vecinos, como una oportunidad de hacerse a los ríos de miel y leche que, supusieron, correrían por la ciudad, y se colaron entre los damnificados ocupando predios en la periferia de Popayán, a donde no llegaban los servicios públicos.

De la noche a la mañana se conformaron 36 asentamientos. Además, otros habitantes que quedaron sin vivienda, instalaron carpas en zonas céntricas de la ciudad, como el barrio Bolívar, que perduraron por largo tiempo. Los damnificados recibían víveres y mercados, así como materiales de construcción para reparar sus viviendas, producto de donaciones nacionales e internacionales.

Según cifras del DANE, en el año 1981 Popayán tenía 124.050 habitantes, y el censo de 1985- dos años después del terremoto en el que murieron más de 250 personas- arrojó una población de 164.809. Es decir que, entre 1981 y 1985 el incremento poblacional de Popayán fue del 32.85%, cuando de un año a otro, según proyecciones para una ciudad como la capital caucana, el incremento es de 2.000 habitantes, obviamente si se hubiera mantenido el crecimiento normal de su población. Esa cifra corrobora que el terremoto, en ese aspecto, tuvo como efecto la recepción de mucha migración.

Campana Popayán

Este es el pie de foto de esta foto de prueba

 

 

 

 

 

 

 

 

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Réquiem por las víctimas

Mientras el presidente Betancur impartía instrucciones, en el patio del hotel Monasterio, sobre el cual cayó la campana mayor de San Francisco, entre los escombros y en sentido homenaje a las víctimas del terremoto, el Coro de Cámara de Popayán y otras corales nacionales, con la dirección de Stella Dupont, interpretaron el Réquiem de Fauré, bajo la batuta del maestro Arthur Oldham, con la participación del pianista Harol Martina. Esa obra estaba programada para el concierto del Viernes Santo.

En otros sitios de la ciudad, como la Catedral, en fila india los ciudadanos sacaban escombros para poder rescatar a los heridos y sacar los cuerpos de las personas fallecidas.
Al otro día, Viernes Santo, regresó el presidente Betancur, quien instaló una mesa de trabajo e impartió nuevas órdenes. Dijo que el sector histórico debía ser sometido a un riguroso tratamiento. “La reconstrucción de Popayán, ya comenzó”, aseguró.

De regreso a Bogotá diseñó con el entonces gerente del BCH, Mario Calderón y otros funcionarios, un plan para ese fin. Entre tanto, continuaba la labor de recolección de escombros en los distintos sitios de la ciudad.

El 7 de junio de 1983, la gobernadora designó como alcalde de Popayán, al ingeniero Alfredo Solarte Lindo, quien en calidad de funcionario del BCH participaba en el diseño del plan de emergencia para la reconstrucción de la ciudad.

El nuevo burgomaestre conformó un equipo de gobierno sin ataduras políticas, lo que le permitió actuar de manera independiente y técnica, en estrecha relación con la Gobernación, con las distintas entidades del nivel regional y nacional, como también con la naciente Corporación para la Reconstrucción del Cauca, CRC.

Según recuerda el arquitecto Luis Eduardo Ayerbe, a quien el alcalde Solarte designó como su asesor, el presidente Betancur se comunicaba a diario con el gobernador y el alcalde para enterarse de las tareas ejecutadas y por ejecutar.

En el mes de julio, el presidente Betancur, nombró al también ingeniero Julio Arboleda Valencia, gobernador del Cauca. A diario llegaban a Popayán ministros, directores y gerentes de entidades nacionales, directivos y funcionarios de organismos internacionales, comprometidos con la reconstrucción de la ciudad.

El primer año fue de consecución de recursos, elaboración de proyectos, planificación de obras, búsqueda de apoyos en distintos campos, entre muchas otras gestiones. Para la Semana Santa de 1984 las edificaciones del sector histórico, a pesar de su ruinoso estado, fueron pintadas de blanco, lo mismo que los cercos de madera que las protegían, lo que le dio a la ciudad una buena dosis de optimismo y esperanza en su recuperación.

Esa semana se celebró con especial devoción. Si bien es cierto que se habían adelantado algunas obras, también es verdad que fue el año de 1985 el de las mayores inversiones. En junio llegaron US$ 40 millones de un crédito solicitado al Banco Mundial.

El Plan Manzanas

Para proceder con la reconstrucción del sector histórico, el arquitecto y asesor del alcalde, Luis Eduardo Ayerbe, diseñó “El Plan Manzanas” para que distintas entidades se hicieran cargo de una de ellas. La Alcaldía, con recursos de crédito adquirió toda la manzana para ampliar la sede del gobierno municipal, y con tal fin convocó a un concurso arquitectónico.
Igualmente, la Gobernación del Cauca, cuya sede estaba en demolición en el momento del terremoto, a fin de construirla nuevamente, compró la casa de la familia Zambrano, en donde vivió Sebastián de Belalcázar, fundador de Popayán, para ampliar sus instalaciones.

La obra, que duró un año, se inauguró en 1986 y costó $365 millones. El entonces Instituto de Construcciones Escolares-ICCE- asumió la reconstrucción de la manzana del Colegio Mayor del Cauca, antiguo claustro de La Encarnación; la Universidad del Cauca reconstruyó sus sedes; la Cámara de Comercio, cuyas oficinas en el edificio el Prado se desplomaron, compró las casas del sector occidental del parque de Caldas, en donde hoy funciona. Se reconstruyó la casona de la Contraloría Departamental; la Asamblea del Cauca se trasladó al claustro menor de La Encarnación; la Torre del Reloj, insignia de la ciudad, llamada la “Nariz de Popayán”, fue reconstruida por Asocaña. La iglesia de Santo Domingo la reconstruyó la firma Llanos Caicedo, siendo una de las primeras obras ejecutadas, y también, el primer templo dado nuevamente al servicio del culto religioso, porque los demás aún permanecían en ruinas. La Ermita, que fue la primera capilla doctrinera en época de la colonia, fue restaurada por la embajada de Alemania; la embajada de España se hizo cargo de San Francisco, en el año 2008, ya reconstruida, fue visitada por el Príncipe de Asturias. La última iglesia en resucitar de sus escombros, fue San José, gracias al tesón de la inolvidable Luz Álvarez Garcés, quien recogió fondos a partir de la venta de empanadas de pipián, bajo los andamios del mismo templo.

En mayo de 1994 se inició la obra de reconstrucción del hotel Monasterio, que fue ejecutada directamente por Caucatur, por medio de una gerencia del proyecto, lo que abarató en más del 50% la obra, que fue financiada a través de urgencia manifiesta ($280 millones), con recursos propios por venta de activos ($300 millones) y crédito IFI ($780 millones) Una empresa de Bogotá había pasado propuesta por $4.865 millones de 1994. El principal hotel de Popayán se dio al servicio nuevamente en junio de 1995.

Controversia por la cúpula

La reconstrucción de la cúpula de la Catedral Basílica de Nuestra Señora de la Asunción, que se desplomó sobre los fieles, suscitó controversia entre el arzobispo de la época, Samuel Silverio Buitrago (q.e.p.d.), quien proponía un proyecto con cúpula de cristal, diseño de Alberto Corradine, y la Junta del Sector Histórico que solicitó se reconstruyera la original, diseñada por el maestro payanés Adolfo Dueñas, abuelo del escultor Edgar Negret. El arzobispo adujo que no existían los planos originales. Luego de investigaciones, el arquitecto Luis Eduardo Ayerbe y el filólogo Pedro Antonio Paz Rebolledo, los encontraron en la tesis de diseño estructural del ingeniero payanés José Vicente Guevara.

Con ese hallazgo se zanjó la controversia y se erigió de nuevo la catedral con su imponente cúpula. Aún sin reconstruir, el papa Juan Paulo II visitó la Catedral en el año de 1986.

Otra de las joyas de Popayán, como es el teatro municipal Guillermo Valencia, fue reconstruido y entregado 15 años después del terremoto, en 1998. La obra costó $3.500 millones, desembolsados por el Instituto Nacional de Vías.
En fin, Popayán y sus habitantes recibieron generosas ayudas que permitieron llevar a los nuevos asentamientos las redes y servicios de acueducto, alcantarillado y energía, con empréstitos internacionales; se recuperaron, ampliaron y dotaron las sedes gubernamentales; se restauraron con especial rigor los monumentos históricos; se reconstruyó la vivienda familiar con créditos de emergencia, a través del BCH. En menos tiempo del proyectado, se reconstruyó Popayán.

El testimonio gráfico del terremoto

Tras verificar que su familia estaba bien, Luis H. Ledezma tomó su Nikon F4, alistó unos 30 rollos, cada uno de 36 fotografías en blanco y negro, y en su moto se dirigió al centro de la ciudad por el barrio Bolívar.

Al llegar a Santo Domingo y al hotel Lindbergh, el impacto fue tan grande, que parecía que su cabeza iba a estallar. Las lágrimas le impedían enfocar. Pensó que Popayán se quedaría así, porque sería imposible reconstruirla. Con la moto, por encima de los escombros y con el riesgo de que cayeran sobre él pedazos de techos, se dirigió a la Catedral, en donde la situación era más grave. Vio cuando sacaban a dos monjas que habían fallecido, una de ellas había perdido un brazo.

En el interior había muchos muertos y heridos. Después de tomar fotos y de ayudar a sacar heridos, tomó la calle 5ª hacia arriba, encontró destruida la casa del veterano carguero Otón Sánchez, pero él y su familia estaban ilesos. La Ermita había quedado parcialmente destruida. En medio de muchos obstáculos, recorrió calles y barrios tomando fotografías. En el Cadillal el drama humano era terrible, la gente gritaba, creía que era el fin del mundo.
De allí pasó al cementerio central, en donde se encontró con escenas macabras. Las tumbas derruidas y los ataúdes abiertos.

En San Francisco, su párroco, Monseñor Gersaín Marín, previa advertencia, lo dejó tomar fotos dentro de la iglesia, de la cual cayó la campana más grande y antigua, sobre el hotel Monasterio. En los bloques Pubenza presenció cuadros humanos conmovedores. Cuando ya había recorrido casi toda la ciudad, su moto se quedó sin gasolina. Luis H. Ledezma captó a través de su lente, la destrucción que dejó el terremoto, ese 31 de marzo de 1983. Estas son algunas de ellas:

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