Las mismas historias

Por en octubre 2, 2017

Por Juan Francisco Muñoz

En este último mes el precandidato presidencial por el Centro Democrático, Rafael Nieto, hizo público su fatalismo sobre el proceso de paz con las Farc. Sin embargo, no se refirió a la entrega de 7.132 armas individuales; tampoco discutió los capítulos específicos de los acuerdos en la Habana: Por ejemplo, el primer capítulo, el cese al fuego con las Farc, que no ha sido perfecto, pero mal que bien probó una reducción del 97% de las ofensivas de este grupo guerrillero, disminuyendo en un 73% los combates que desde hace décadas tuvo que librar la fuerza pública, con incontables pérdidas humanas de los soldados y los policías que nos defendieron durante tanto tiempo.

Nieto tampoco se refirió a la consecuencia más preocupante de la guerra contra las Farc: La tragedia humana del desplazamiento forzado. Además, estuvo su omisión de la tenebrosa inversión militar, con un aproximado de 230 billones de pesos destinados en la última década a combatir una guerra interna. Y es que, el precio de la implementación de los acuerdos parece desorbitado para un país que pierde gran parte de su producto interno bruto en corrupción. No obstante, el precio de los cerca de $14.592.591.719 parece relativamente inferior al costo dado en continuar con la historia de odio a las Farc.

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El psicólogo ganador del premio nobel en economía en 2001, Daniel Kahneman, ha demostrado en publicaciones y experimentos que los seres humanos tendemos a pensar en el futuro, no de acuerdo a lo que los hechos presentes más contundentes y evidentes muestran, sino de acuerdo a las historias personales que hemos fabricado durante años, construidas a fuerza de hábitos y costumbres. El curso de las propias motivaciones y deseos cambiaría con facilidad, mientras este no sería el caso del curso de los descréditos a todo aquello que controvierta los pensamientos más arraigados, predichos por esa maquinaria mental terca y obstinada que el escritor Héctor Abad Faciolince llamó las trampas de la memoria.

El precandidato Nieto pareciera ser parte de un experimento psicológico, en el cual algunos participantes descreen constantemente en probar que el grupo guerrillero más viejo del continente es tan humano para querer retirarse, como humanos son estos fallos del pensamiento.

Pareciera entonces, que ya pocos comparan la frecuencia de ataques a oleoductos, y de secuestros, entre años anteriores y épocas recientes. La visión fatalista podría seguirse cumpliendo a sí misma. Ese mismo destino en el que creyó Laureano Gómez, cuando tildó y condenó a muerte a muchos liberales, al considerarlos como comunistas (en el sentido peyorativo), personas pérfidas y peligrosas para una sociedad, solo porque profesaban ideas diferentes a las suyas. Nieto pareciera querer emular el pensamiento autodestructivo del que hizo tanta gala en su vida política el ex presidente Gómez, alguien de hecho solo popular en la oposición rabiosa, esa que es fácil de hacer, por cuenta de apoyarse en las historias de odio e injusticia en las cuales creen todas las mentes en piloto automático, poco comprometidas con los esfuerzos de civilidad y humanismo necesarios ante tanta violencia.

Es entonces importante, descreer más bien de las mismas fabulaciones que han condenado a una sociedad civil a ver de lejos una guerra interna, sin poder hacer nada, y mandando a los hijos olvidados de este país a la guerra. Como dijo Nicolás Gómez Dávila, una civilización es más bien producto del intelecto. Ese, diría, que se esfuerza por combatir sus propios yerros.

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