La mujer y su participación en las procesiones de Popayán

Por en abril 15, 2025

Sobre el inicio de las procesiones de Semana Santa de Popayán, que son la expresión popular más antigua de Colombia, no se puede establecer una fecha exacta. Pero, según relatos históricos, comenzaron a desfilar a los pocos años de fundada la ciudad. Al parecer su origen se remonta a 1556.

Desde hace más de cinco siglos, la mujer payanesa ha tenido un papel muy importante en la celebración de la Semana Santa de Popayán y sus procesiones; durante mucho tiempo estuvo tras  bambalinas ayudando en la organización de los desfiles sacros, cosiendo los túnicos penitenciales con sus capirotes, bordando los finos encajes de los paños que llevan los cargueros en la cintura, sobre los cuales va el cíngulo o cordón, también elaborado por manos femeninas, casi siempre por las esposas y las prometidas en matrimonio. Igualmente, se han encargado del arreglo de los pasos, que en principio eran muy sobrios, luego, las familias payanesas los fueron engalanado con finas maderas, platería y hermosas flores del color que corresponde a cada noche. Las velas de laurel, puestas en los candelabros de plata, eran encargadas a artesanos.

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Halma Valencia López, la primera sahumadora en las procesiones de Popayán, desfiló delante del paso El Cachorro, donado por su padre, Guillermo León Valencia Muñoz.

Como personaje de las procesiones entró en escena la sahumadora, la primera fue Halma Valencia López, que con vistoso y artístico vestido de ñapanga desfiló en 1954, llevando un adornado pebetero, rodeado de flores y finos encajes, delante del paso El Cachorro: el Señor de la Expiración, réplica del Crucifijo de Sevilla, que su padre, Guillermo León Valencia, siendo embajador de Colombia en España, le encargó al escultor José Lamiel, en 1952. Desde entonces salen las sahumadoras, jovencitas payanesas, delante de los pasos de la Virgen o de Cristo, purificando con incienso el camino, creando una atmosfera espiritual.

Desde la década del 50 del siglo XX, muchas son las generaciones de mujeres que han sahumado, lo que se convirtió en una tradición familiar semanasantera; la sahumadora es un personaje especial de las procesiones de Popayán. En lugar visible de las salas se hallan, en elegantes portarretratos, las fotos de las otrora jovencitas que lucieron el traje de ñapanga y los adornos, en esas inolvidables noches que sahumaron.   

Eulalia Castrillón Simmonds, hoy abuela, fue sahumadora de la Crucifixión.

Abuela, hija y nieta

Desfilar como sahumadora es una forma de participar de la Semana Santa y sus procesiones; es un honor y un privilegio. Antes, la mujer solo salía llevando cinta en el paso del Santo Sepulcro, dice Eulalia Castrillón Simmonds, quien sahumó a sus 17 años. “En mi época, hace 50 años, no nos preparaban en cuanto a lo que representaba esa figura en el desfile sacro. Posteriormente se estableció que las jóvenes que se inscriben para sahumar, deben asistir a una preparación para asumir ese compromiso, responsabilidad y actitud ante las procesiones”.

Siguiendo con la tradición, su hija Natalia Velasco Castrillón, fue sahumadora y su hija Antonia Pérez también, a los 5 años en las procesiones chiquitas, hoy tiene 11y en unos años lo hará en las procesiones grandes. Son tres generaciones, como otras en la ciudad que han ofrendado el incienso en las noches de Semana Santa.

Natalia Velasco Castrillón, siguió la tradición como sahumadora, igual que su mamá.

 Síndicas

La sindicatura de los pasos había estado en manos de los hombres, encargados del cuidado, conservación y arreglo de todos los elementos que conforman el paso, además de dirigir la “armada”, elegir a los cargueros y acotejarlos. Sin embargo, con el paso del tiempo y, en la mayoría de los casos, por el fallecimiento del síndico, su esposa o sus hijas, han venido asumiendo esa responsabilidad.

Ese legado, por ejemplo, lo recibieron María Cecilia Vivas de Velasco y sus hijas María Lucía y Cecilia Eugenia, al fallecer en el 2021 su esposo y padre, Martín Velasco Mosquera.

¿Qué significa ser sindicas?

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Fue para nosotras recibir el legado de Martin, quien durante más de 44 años ejerció con sabiduría, fe, autoridad y respeto la sindicatura del Amo Jesús de San Agustín, talla española del siglo XVIII. Es la prolongación del amor familiar a través de una tradición que enorgullece el espíritu payanés, es vivir a plenitud la ciudad que llevamos en lo más profundo del corazón. Es traducir la palabra “popayanejo” en una verdadera relación de amor con esta tierra única, blanca, cultural, sabia y, por qué no decir, acompasada como el paso armónico de los cargueros.

Antonia Pérez Velasco, dentro de unos años sahumará en las procesiones grandes, igual que su abuela y su mamá.

¿Cuál es la importancia de la mujer en esta tradición?

Definido lo que significa ser Sindica, quiero decir que la mujer siempre ha estado presente desde los inicios de esta tradición a través de las labores de tejeduría, bordado, floristería, vistiendo a los cargueros y en todos aquellos aspectos que hacen bella la procesión, destacando a las sahumadoras, regidoras y alumbrantes; sin embargo, desde hace varios años tímidamente y con la anuencia de los varones, protagonistas indiscutibles de esta tradición, la mujer ha ido incursionando en la elaboración de documentos de absoluta importancia para llegar a obtener el reconocimiento de la Unesco, participación en la Junta Pro Semana Santa, siendo fundamental en la toma de decisiones y síndicas, ejercicio que se realiza hombro a hombro con todos los síndicos y con absoluto respeto, manifestó María Cecilia Vivas.

Martín Velasco Mosquera (QEPD), por más de 44 años ejerció la sindicatura del Amo Jesús de San Agustín. Acompañado por una de sus hijas y su nieta.

Regidoras

Tradicionalmente, el regidor que, con elegante frac, blancos guantes, delgada y larga cruz a manera de bastón de mando, encarna la autoridad durante el desfile sacro, era únicamente personaje masculino. Pero, con mucha curiosidad el público que se ubica en balcones y  andenes del recorrido procesional , que desfila por el sector histórico formando en su trazado una cruz latina, comenzó a ver en el año 2005 a mujeres, igualmente elegantes, con sastre negro y la larga cruz, velando por el orden y el respeto durante el recorrido de las procesiones, como recuerda Martha Galvis, que conformó el primer grupo que asumió tan interesante compromiso para la mujer payanesa de cuidar todos los detalles para que la procesión mantenga su solemnidad, en conjunto con los regidores.

María Cecilia Vivas de Velasco, con sus hijas cuando eran pequeñas y participaron de sahumadoras en las procesiones chiquitas.

Adorno de pasos

Los adornos florales, que lucen bellamente en los pasos, son elaborados por manos femeninas. Cada noche corresponden a un determinado color, como las flores blancas del Marte Santo que simbolizan la pureza de Jesucristo; las rosas, el gozo de la humanidad por la redención; las rojas, el amor de Cristo al instituir la Sagrada Eucaristía; las moradas que significan la penitencia y las flores multicolores el triunfo de la redención.

Las manos laboriosas de las payanesas, bordaron sitiales, cielos y encajes que lucen los pasos de Semana Santa

Portadoras de cintas

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Del sepulcro en carey, obra del siglo XVIII, penden ocho cintas de seda negra que portan el Viernes Santo jóvenes payanesas, vestidas de riguroso luto y velo de encaje sobre su cabeza, en señal de duelo.

Bordadoras

Hábiles artesanas han bordado en hilos de oro, artísticos y hermosos sitiales y cielos, unos en yakar, otros en terciopelo.

Restauradoras

Los oficios y las responsabilidades de la mujer en las procesiones de Popayán, son muchas. Una de ellas es la restauración de imágenes para preservar el patrimonio artístico y cultural, herencia de antepasados payaneses.

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