La tragedia de un Departamento

Por en abril 6, 2015

Editorial

Ningún departamento en Colombia tiene tantos y tan complejos problemas como el Cauca, los cuales se volvieron endémicos, sin que le importen mucho al gobierno, a la justicia, a los políticos que siempre han mirado para otro lado, como si no se quisieran comprometer con temas de hondo calado.

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El Cauca es noticia cuando los indígenas bloquean la carretera Panamericana, que es una vía internacional y de ahí su trascendencia. Como el gobierno sabe que esas tomas no son improvisadas, se compromete a entregar más tierras que, por supuesto, no puede adquirir como cualquier mercancía en supermercado, por cuanto son miles de hectáreas de propiedad privada. Ante su incumplimiento, de nuevo se presentan los disturbios que afectan de manera directa al Cauca, a su gente y a la raquítica economía regional.

Entre tanto, ríos de tinta corren, horas enteras de grabación y transmisión, pero los medios de comunicación solo enfocan la noticia hacia quienes, de manera bravía, dicen liberar la madre tierra. Este Departamento es multiétnico, en consecuencia, las exigencias indígenas afectan al restante 80% de la población que, a su vez, la conforman otros grupos sociales, igualmente respetables, que conviven bajo el mismo cielo caucano y para los cuales no hay prerrogativas.
Entre tanto, el coro nacional de desinformados, empezando por ilustres columnistas, y no pocos caucanos que no se han enterado de la realidad de su terruño, auspician una sola mirada, fomentando la polarización, cuando esa mirada en la era de la inclusión y del respeto por la diferencia debe ser pluriétnica.

Las comunidades indígenas caucanas que en general están conformadas por personas ingenuas, frente a los hechos de violencia suscitados en el norte del Cauca deben revisar la actuación de sus líderes, escogerlos mejor, que sean ponderados, decentes, capaces de ayudar a progresar a la población indígena y no convertirla en una sociedad extremista con actitudes similares a las de los grupos mafiosos. Algunos de esos dirigentes son oportunistas, y la mayoría de periodistas basa sus crónicas en declaraciones de esos anti líderes, a quienes las comunidades les temen por su agresividad.

A diferencia de lo que se pretende mostrar, la organización indígena del Cauca no es monolítica, hay una fractura interna grave, la base ya no obedece al llamado de movilizaciones masivas como sucedía antes. Esto quedó en evidencia en la reciente toma de la Panamericana y en la invasión de fincas del norte del Departamento, en donde aún permanecen, especialmente jóvenes que han aprendido a fabricar papas bombas y otros explosivos.

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Entre las élites indígenas, porque allá también las hay, existen corrupción y abusos. El mal trato al interior de sus territorios ha dividido a la organización. Se dice que han desertado del Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, y de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, ACIN, por lo menos 38.000 personas que hoy no quieren saber nada de esas castas que no rinden cuentas, no invierten los recursos que les transfiere la Nación y no distribuyen los ingresos entre los comuneros, quienes se hallan en la pobreza absoluta.

Familiares de las víctimas de la masacre del Nilo han denunciado abiertamente, que unos dirigentes indígenas se han beneficiado de la indemnización, así como de las tierras entregadas por el gobierno, 15.663 hectáreas en total, que son para beneficio de los resguardos de Huellas, La Concepción, Las Delicias, Canoas, Corinto, La Cilia, Munchique – Los Tigres, Guadualito y Jambaló, ubicados en los municipios de Caloto, Corinto, Miranda, Buenos Aires, Santander de Quilichao y Jambaló.
Sin embargo, avispados dirigentes indígenas dicen que por esa masacre les deben dar más tierras, cuando lo pactado se cumplió. De ahí que estén exigiendo las fincas productoras de caña de azúcar, en las cuales han quemado varias hectáreas. Muchas de esas plantaciones son administradas por las industrias cañeras, pero la propiedad de esos predios pertenece a diversas personas, muchas de ellas afrodescendientes.

Lo que está sucediendo en el Cauca con voraces indígenas, en buena parte es responsabilidad del Estado y de los distintos gobiernos que, por firmar acuerdos de carretera en medio de bloqueos, accedieron a un sinnúmero de exigencias, con dinero del presupuesto nacional, de todos los contribuyentes colombianos, pero nunca han tomado cuentas ni de las tierras entregadas, casi 700.000 hectáreas, ni de los dineros que son transferidos a las autoridades indígenas, lo que no es justo, no solo con el resto de caucanos, sino de colombianos. Sin pedir cuentas ni rendirlas, sin auditorías, pelechan la corrupción y los abusos, como se está viendo.

El Cauca ha sido la cueva de todos los grupos subversivos que han hecho de esta región lo que han querido, subyugando a comunidades indígenas y campesinas. Campean desde hace décadas los cultivos de uso ilícito, el narcotráfico, la minería ilegal, las fábricas clandestinas de armas hechizas y de explosivos. A los secuestrados los han mantenido en estas montañas. En fin, la situación de este Departamento ha sido y sigue siendo difícil.

Se puede estar o no de acuerdo con el comentario hecho hace unos días por la senadora Paloma Valencia, en el sentido de dividir el Cauca entre indígenas y mestizos. Pero de ese Twitter se rescata que logró visibilizar en el ámbito nacional los problemas del Cauca, en especial la invasión de la propiedad privada, que se practica desde la década de los 60, y que para la dirigencia indígena se ha denominado “recuperación de tierras” y últimamente “proceso de liberación de la madre tierra”.

Como la tierra no es elástica, debe haber un límite, y ahí es donde se imponen los consensos, sin violencia y sin pretender que todo el territorio sea de una sola etnia que, paradójicamente, mientras rechaza cada año el Descubrimiento de América, apela a las cédulas reales para hacer valer sus derechos sobre la propiedad de la tierra.

Muchos rechazan la separación del territorio caucano, pero existe el Decreto 1953 de octubre 7 de 2014 que crea un régimen especial con el fin de poner en funcionamiento los Territorios Indígenas respecto de la administración de los sistemas propios de los pueblos. Se trata de las Entidades Territoriales Indígenas, ETI, que serían jurisdicciones especiales, con total autonomía sobre el territorio, con gobierno propio, libre determinación, educación indígena propia, salud propia, agua potable y saneamiento básico.

Mientras no haya reglas claras de juego, el Cauca como entidad territorial podría ser inviable, porque sin seguridad jurídica y con gran convulsión social, pocos se atreverían a invertir en esta región y seguiría de espaldas al desarrollo nacional.
Editorial publicado en la edición impresa de marzo 27 de 2015.

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