Editorial: El champús electoral

Por en agosto 30, 2015

La actividad política en Colombia y, en especial en el Cauca, cada vez se degrada más. La definición según la cual la democracia es el sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho de éste a elegir y controlar a sus gobernantes, se está quedando en letra muerta porque, precisamente, el constituyente primario, que es el conjunto de la sociedad, responsable de mantener, depurar y fortalecer esta forma de gobierno y de organización del Estado a través de la participación activa en los asuntos públicos, o se ha vuelto apático, permitiendo que otros decidan, o se ha plegado, como idiota útil, a quienes se tomaron la actividad política y la convirtieron en un sucio negocio, o de manera consciente participa de los negociados por medio de contratos y otra serie de prebendas.

Lo que estamos viendo en la actual campaña en Popayán y en el Cauca, para elegir gobernador, alcaldes, concejos, Asamblea y JAL, preocupa mucho, pues supera, incluso, las mañas y malas prácticas de la llamada politiquería tradicional. Aunque no se puede generalizar, lo de hoy es lo más parecido a una manguala para lograr el poder al costo que sea, como sea, con quien sea y para lo que sea, no importa si hay o no afinidades filosóficas e ideológicas entre los momentáneos socios y mucho menos que la mayoría de candidatos se haya lanzado con fines altruistas para encaminar a un Departamento y a unos municipios atrasados, por el sendero del progreso y el bienestar de la comunidad.

Poco les importan los paupérrimos indicadores socioeconómicos de esta región, que se volvieron endémicos sin que los diferentes personajes que han gobernado y repetido mandato, al menos se sonrojen, tampoco a sus habilidosos congresistas, que lo único que saben es de componendas y hacer del voto, que debe ser lo más sagrado para un ciudadano, una vil mercancía, objeto de trato o venta.

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En medio de esta campaña, carente de propuestas novedosas, inteligentes y viables, que sean fruto de la preparación de los aspirantes a los cargos de elección popular, es normal escuchar que el candidato fulano que le está “metiendo” mucha plata a la campaña, tiene que “sacar esa inversión”. Y lo afirman como si se tratara de un negocio lícito, no de una manguala. ¿De dónde, entonces, quien así está haciendo campaña para llegar al ejecutivo, sacará la cuantiosa inversión? ¿Del sueldo de gobernante?

Sabemos no son tan jugosos, así se le sumen los viáticos, primas y demás arandelas. Para nadie es un secreto que esos dineros llegan por diferentes vías procedentes del fisco, especialmente por la contratación, por las marrullas que hacen con los proyectos de regalías, por las omisiones frente a problemas que dejan hacer y dejan pasar, etc. La política, que se define como un quehacer ordenado al bien común, no es la que se está haciendo. Lo que se ha creado en nombre de la política, son bandas corruptas que se han enquistado en el Estado a todos sus niveles. Escuchar a dirigentes políticos hablar de que los candidatos tienen que sacar la inversión hecha, es darnos cuenta de que estamos frente a conductas mafiosas, no hay otra conclusión diferente.

Preocupan ese champús politiquero y los sórdidos intereses que se mueven. O que expliquen por qué actuales dirigentes políticos, que hace un par de años criticaban y amenazaban con denunciar a la Fiscalía, a personajes por conductas non santas en negocios con dependencias del Gobierno, hoy los estén apoyando con total decisión. ¿Será que tienen también el poder de perdonar los pecados mortales de sus actuales socios?

Por Dios, no pretendan meternos los dedos a la boca. Lo que estamos presenciando es responsabilidad de todos los ciudadanos, constituyentes primarios, porque con nuestro voto y nuestra complacencia, hemos permitido que hayan convertido la política en una empresa corrupta y mafiosa, de ahí la situación de violencia, pobreza y atraso que padece el Cauca.

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