De la incertidumbre a la esperanza

Por en octubre 14, 2016

Por: Gabriel Bustamante

Estudiantes y víctimas se toman las calles por la paz de Colombia

El encuentro no pudo ser más emotivo: estudiantes de universidades como los Andes, la Javeriana, el Externado, el Rosario, la Nacional, la del Bosque y Distrital, se unieron con líderes de mesas de víctimas de regiones como el Chocó, Guainía, Vichada, Arauca, Catatumbo, Magdalena Medio y con representantes de las comunidades indígenas Misak y los Nasa del Cauca; los Wayúu de la Guajira, los Tarapaca de la Amazonía, y en un diálogo de corazón y sin mayores formalidades delinearon lo que sería la “Marcha de las Flores, para que florezca la paz”, donde decenas de miles de ciudadanos urbanos se mezclaron con ese país campesino, indígena y negro bajo una sola consigna: “Por las Víctimas por la Paz.”

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En Bogotá amaneció lloviendo a cantaros, y en medio de las nubes negras que cubrían la ciudad, los estudiantes mandaban mensajes desde las emisoras de radio, desde las páginas de facebook, twitter, whasap e instagram: “Llueva, truene o relampaguee la marcha no la detiene nadie”. Y como si la naturaleza se hubiera congraciado con la ceremonia que convocaba al grito por la paz, las nubes se fueron dispersando y dieron paso a una tarde perfecta que invitaba a caminar, al encuentro y a la movilización hacia la plaza de Bolívar.

La carrera séptima, rápidamente se fue llenando de miles de ciudadanos que portaban en su mano una flor blanca y que esperaban ansiosos la llegada de las víctimas del conflicto para entregarles esta ofrenda, este ritual de perdón y reconciliación porque, de fondo, había un sentimiento colectivo de culpa, y a la vez de esperanza. Culpa de tantos años de indiferencia ante la muerte y el dolor de las víctimas, y de esperanza, por ver cómo los jóvenes habían liderado junto con los indígenas, los campesinos y las víctimas este llamado, este grito para despertar a un país aletargado por la violencia, por el odio y por la mezquindad política de sus dirigentes.

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Marcha por la paz claveles blancos

Espontáneamente la gente fue ocupando su lugar sobre la carrera séptima, formando un verdadero corredor de afecto que, flor en mano, se volcó a recibir a las víctimas. La emoción fue inmensa cuando empezaron a aparecer carteles con leyendas como: “Bojayá presente”. “Toribío quiere la paz”. “La Guajira quiere la paz”. “El Vichada sueña la paz”.

La gente literalmente se volcó en un mar de abrazos a las víctimas, y en medio de esa magna ofrenda de impecables pétalos blancos, un coro hizo estremecer el centro de Bogotá y los corazones de las víctimas: “No están solos, no están solos”. Al frente de la delegación de la Mesa Nacional de Víctimas marchaban como una víctima más Alan Jara, Sigifredo López, Consuelo González de Perdomo y Jesús Mario Corrales, todos iban secándose las lágrimas que aquel coro les había arrancado del alma. Más adelante Alan Jara confesaría: “Lloré porque durante todos los años de secuestro, sí sentí que Colombia nos había dejado solos y este acto, es un acto para volver a creer en Colombia.”

Ya en la plaza de Bolívar los protagonistas siguieron siendo los jóvenes, las víctimas, los campesinos y los indígenas. Hubo un acuerdo tácito: No se permitirán políticos en la tarima, y así fue, era el día de la gente, de un pueblo que, en medio de una movilización polifacética, le habló a todo el país y al mundo, sin intermediarios y sin discursos prefabricados. Esa Colombia ignorada y excluida por quienes monopolizan las discusiones públicas se manifestó ese día entre libros universitarios, ruanas campesinas, bastones de mando indígenas y toda la diversidad de las miles de víctimas que llenaron la plaza de Bolívar.

La indignación por el tratamiento que le han dado a la paz los políticos y los medios de comunicación, así como la indiferencia por las víctimas de la guerra, fue lo que hizo posible que la plurietnia y la multiculturalidad, en las que funda la nación colombiana la Constitución de 1991, se convirtieran en una realidad en la plaza de Bolívar: ciudadanos y comunidades que, a una sola voz, rechazaron convertir la paz en un fortín electoral, reclamaron a los dirigentes políticos porque les ha faltado grandeza para entender el momento histórico que vive Colombia y exigieron la aplicación de los acuerdos ya, para empezar el proceso de reconstruir y construir esa nueva Colombia con la que sueñan los jóvenes y por la que tanto lloran con esperanza las víctimas.

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