Conveniencias

Por en noviembre 14, 2013

Por Juan Francisco Muñoz. 

Los contradictores de la reforma a la salud plantean que el problema de la crisis progresiva de este sistema se debe a que se le ha conceptualizado como un negocio, y no como un derecho. Médicos y abogados parecen los amigos más cercanos en este momento, haciendo caso omiso, no solo de los avances reales de la cobertura del servicio de salud colombiano en los últimos años (cosa diferente ocurre con el acceso), ampliamente documentados en importantes estudios académicos. También, haciendo caso omiso de una realidad simple, pero cierta: La salud, independientemente que se afirme de forma eufemística como un derecho, es un recurso escaso. Como tal, está atenida a incentivos, la mayor de las veces difíciles de controlar y de entender.

Es por esto que el ministro de la cartera, Alejandro Gaviria, ha explicado que los problemas centrales no se pueden simplificar a una supuesta avaricia de algunos políticos de turno y de algunos administradores de EPS, quienes, como es sabido por todos, fueron considerados como responsables por los desequilibrios en el sistema de salud. El problema fue de incentivos mal dirigidos por las mismas reformas legales que se creyeron solucionarían los problemas: El caso, es que las EPS recibían las mismas contribuciones del Estado por tratamiento, sin importar si los afiliados realmente recibían los montos totales para su debida atención. Pero el problema era aun mayor, cuando se hizo imposible calcular cuáles eran esos montos totales que se invertían por paciente y por tratamiento, siendo que los fondos de la salud quedaron a cargo de fiducias y de fondos virtuales. Una situación resultante de las particularidades heredadas de un sistema de protección social que manejaba las inversiones de manera diferente si era con el régimen subsidiado o el contributivo, buscando, paradójicamente, cumplir con leyes de restitución de derechos a poblaciones vulnerables.

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Es claro entonces, que el problema de fondo siempre fue de incentivos mal calculados. Es por ello que toda actividad médica que no aporte al control de estos incentivos, solo genera más distorsiones. Es así como, si no se regula de forma distinta la formación de médicos especialistas, como ocurre actualmente, no sería posible conocer con precisión la lista de precios de referencia para los tratamientos de más alto costo. Sin embargo, la formación de especialistas en este país fomenta la especulación en esta materia, generando una inmensa desigualdad entre los ingresos de unos pocos especialistas, elegidos casi a dedo por las universidades que los forman, y el resto del personal de salud. Situación que tampoco corrige el problema de la escasa cantidad de médicos especialistas. En cierta forma, los millones de pesos que reciben pocos de ellos, por tratamientos con un precio no predeterminado, no es muy diferente al efecto regresivo que generan los malos incentivos en la administración de EPS, o en la petición de tutelas que solo buscan réditos financieros, que por supuesto, no son la mayoría.

Es así como se podría pensar que el gremio médico enfrenta un serio cuestionamiento a sus intereses, tan dados a efectos regresivos, como los intereses que denuncian en políticos y administradores de las entidades prestadoras de salud. Y es que, resulta un tanto desconcertante, ver a médicos pregonar por el problema de la corrupción, al mismo tiempo que deslegitiman la necesidad de construir un sistema de salud representado por los mecanismos democráticos y constitucionales, en los cuales los alcaldes, gobernadores y senadores deben participar, así seamos escépticos de ellos. Hacer centrar nuestra atención en la corrupción de los funcionarios públicos, pero no en la falta de interés por regular el mecanismo de formación de especialistas y la definición de la lista de tarifas a intervenciones médicas de alto costo, también es corrupción. Solo que la corrupción no es eso que hacen las personas “malas” o inmorales. Nadie esta exento de hacer cosas que realmente terminan por perjudicar a todos, por muy noble que sea su trabajo.

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